No es tu gente.
Últimamente todo cuesta más: decidir, avanzar, coordinar, sostener el ritmo.
No es por lo que crees.
El impulso natural es culpar a las personas: falta de talento para responder a un contexto complejo e incierto, o falta de foco, actitud o compromiso.
Ni lo uno ni lo otro.
Pensar que el problema está en las personas es como poner el foco en resolver cómo recogemos el agua que ha inundado el baño, en lugar de arreglar la tubería rota por la que el agua no deja de salir a borbotones.
La mayor parte de los problemas que hoy vives en tu empresa no nacen de la gente, sino del sistema: el conjunto de relaciones, procesos y estructuras que hacen que todo funcione… o que se bloquee.
Y ahí es donde empieza la verdad que cambia todo.
El entorno del 2025 es más rápido, más incierto y más exigente que cualquier otro que hayamos vivido.
- 5 generaciones en la misma empresa
- talento con expectativas radicalmente nuevas
- cambios tecnológicos constantes
- mercados impredecibles
- clientes más sensibles a propósito, experiencia y velocidad
Tu equipo no está fallando.
Está intentando funcionar dentro de un sistema pensado para otra época.
Es como pedirle a un motor analógico que compita con un avión eléctrico.
No importa cuánta gasolina le pongas: no puede funcionar al ritmo que necesitas.
El sistema te dejó solo…
Una empresa mal diseñada produce un fenómeno que todo CEO conoce:
Sobrecarga silenciosa.
El CEO se convierte en:
- coordinador invisible
- solucionador de conflictos
- traductor entre departamentos
- impulsor único del ritmo
- responsable de que todo fluya
El 80% de esa carga no es liderazgo:
es compensación de un diseño organizativo que ya no acompaña la realidad.
No es un problema humano.
Es un problema estructural.
Cuando el sistema cambia…
El ejemplo de Isabel Vila, CEO y propietaria, lo ilustra bien. En su caso, el acompañamiento que hicimos con su equipo abrió un punto de inflexión que no tenía que ver con motivar a nadie, sino con transformar el sistema.
Isabel llegó diciendo:
“O lo giro, o lo vendo.”
Centrada en la idea de que el problema era el personal, durante el proceso vimos juntas que la raíz no estaba en las personas, sino en la estructura que las contenía.
Meses después, lo resume así:
“Pensaba que el problema era de personas… y acabé rediseñando la empresa entera. La libertad llegó cuando entendí que no era yo, era la estructura.”
Hacer fácil lo difícil
No se trata de reorganizar, contratar más, motivar al equipo o añadir más procesos.
El primer paso es ver lo que realmente está pasando:
“Mi sistema ya no sostiene lo que el entorno exige.”
Y cuando un CEO llega a esa frase, el cambio empieza a ser inevitable.
Isabel llegó ahí.
Muchos otros también.
Y cuando ocurre, la empresa empieza a liberarse y a moverse con una fuerza que antes estaba atrapada.
Ahí es donde nace la Empresa Líquida.
Ahí es donde muere el management clásico.
Ahí es donde empieza la transformación que rediseña el sistema para sostener el ritmo del entorno.
