El rol del CEO, en nuestro contexto hipercomplejo y de alta velocidad, ha cambiado. El CEO ha pasado de ser “simplemente” el máximo ejecutivo de la empresa a convertirse en el principal embajador del propósito de la organización y su cultura.
Y si esto no está ocurriendo, el CEO debería despertar a esta nueva realidad, porque es la evolución que se necesita: un CEO con la capacidad de inspirar, movilizar y traccionar al equipo humano para que la organización baile con los desafíos y salga airosa de ellos. Lograr que la empresa supere estos retos fortalece su resiliencia y asegura su sostenibilidad en el mercado.
Esta transformación de su rol exige una combinación compleja de atributos: por un lado, la seguridad y determinación que a menudo se asocian al ego, y por otro, la capacidad de conectar con un propósito que inspire y motive a través de su carisma.
El ego, en la figura del CEO, puede interpretarse como una dosis sana de autoconfianza que es esencial para tomar decisiones arriesgadas y marcar el rumbo de la organización. La autoconfianza es uno de los pilares de la inteligencia emocional y resulta crucial en momentos de crisis o incertidumbre.
Sin embargo, un ego desmedido puede conducir a una actitud inflexible, a la toma de decisiones unilaterales y a la desconexión con el equipo directivo y el resto de la organización, lo que provoca tasas elevadas de rotación de talento y problemas en la cultura corporativa.
El carisma, en cambio, se manifiesta en la habilidad del líder para inspirar y generar confianza. Este atributo no solo se basa en una comunicación efectiva, sino también en la autenticidad y la capacidad de conectar emocionalmente con empleados, clientes y stakeholders. Un líder carismático logra articular una visión convincente y fomentar un ambiente de compromiso y colaboración, algo imprescindible para la innovación.
¿Cómo pueden los líderes equilibrar estas dos fuerzas aparentemente opuestas para alcanzar un desempeño óptimo?
En esta travesía repleta de desafíos y oportunidades, afinar la brújula que le guía en medio de la incertidumbre implica desarrollar su autoconciencia, ese aspecto de la inteligencia emocional que permite al CEO distinguir entre la saludable autoconfianza y la arrogancia. Puede lograrlo con herramientas como el coaching y el feedback 360°, que le permitirán reconocer sus áreas de mejora y moderar aquellos comportamientos que le alejan de la autoconfianza necesaria para la toma de decisiones difíciles y arriesgadas en beneficio del bien común.
La escucha activa, la comunicación transparente y bidireccional darán a conocer su carisma y su rumbo, generarán vínculos de confianza, promoverán una apertura interna en la organización y fomentarán el compromiso del equipo humano, logrando que todos quieran remar en la misma dirección.
Por último, el aprendizaje continuo será clave para mejorar sus capacidades en este viaje hacia lo desconocido, un futuro sin predicciones. La formación en liderazgo disruptivo, la retroalimentación constante del equipo y el análisis atento de las tendencias del mercado son las corrientes que le ayudarán a ajustar la ruta en una economía siempre cambiante. Porque tanto el ego como el carisma deben evolucionar, adaptándose y transformándose a cada paso de ese trayecto.
La brújula del líderazgo, entre el ego y el carisma
En este recorrido, integrar la firmeza del ego con la calidez del carisma es tan esencial como combinar el acero con la seda: se obtiene la fortaleza necesaria para enfrentar la volatilidad del mercado global sin renunciar a la flexibilidad y sensibilidad que permiten conectar genuinamente con las personas. Esta mentalidad híbrida prepara al líder para sortear tanto los desafíos internos como las tormentas externas.
Además, fomentar un liderazgo que empodere a los mandos intermedios y promueva dinámicas de cocreación que rompe con los rígidos patrones jerárquicos, permitiendo que la agilidad organizacional florezca y potencie el talento en cada rincón de la empresa. En definitiva, un liderazgo disruptivo.
Finalmente, al equilibrar un ego saludable con un carisma auténtico, el CEO se convierte en el catalizador de la innovación. Al crear un ambiente de confianza y colaboración, estimula la creatividad y facilita la transformación. Este entorno vibrante y lleno de ideas frescas es esencial para mantener la competitividad en el mundo actual.
Tú, como CEO, marcas el rumbo: con la brújula de la autoconciencia, el timón de la empatía y el impulso del aprendizaje continuo estás preparado para navegar con éxito en aguas cambiantes e impredecibles.
Vía: Canal CEO
