La microgestión es la supervisión excesiva por parte de los líderes sobre las tareas y decisiones de sus colaboradores
Seamos sinceros: nadie lidera con la intención consciente de reducir la productividad o de provocar desmotivación en su equipo. Sin embargo, en muchas empresas sigue existiendo una práctica que, aunque aparentemente inocente y hasta justificada en nombre del control y los resultados, consigue exactamente eso: es la microgestión.
La microgestión es la supervisión excesiva por parte de los líderes sobre las tareas y decisiones de sus colaboradores. Según datos recientes, ocho de cada 10 empleados reconocen haber sufrido microgestión en algún momento de su carrera. Pero lo verdaderamente alarmante es que este estilo de liderazgo, lejos de impulsar resultados, termina erosionando gravemente la productividad y deteriorando la moral del equipo. De hecho, más del 70% de los profesionales en entornos microgestionados se sienten desconectados de su trabajo.
Ocho de cada 10 empleados reconocen haber sufrido microgestión en algún momento de su carrera
La microgestión tiene un impacto negativo profundo en los equipos, afectando tanto su motivación como su desempeño. ¿Por qué sucede esto? Porque el control constante anula la autonomía, una de las mayores fuentes de motivación e innovación en los equipos. Cuando el jefe supervisa cada detalle, no solo está diciendo implícitamente que no confía en su equipo, también bloquea cualquier iniciativa, asfixia la creatividad y perpetúa una cultura del miedo al error.
El resultado es previsible: empleados que hacen únicamente lo mínimo necesario porque están desvinculados emocionalmente y han perdido el interés por mejorar su rendimiento; organizaciones incapaces de avanzar porque su cultura contaminada se perpetúa con cada nuevo fichaje, y mucho menos innovar.
La buena noticia es que esta situación tiene solución. Tras años acompañando a empresas en procesos de transformación crítica, he visto cómo pasar de la microgestión al liderazgo basado en la autonomía responsable tiene un efecto transformador profundo y medible.
Confiar en el equipo no es un acto de fe, sino una estrategia efectiva de crecimiento. La productividad se dispara hasta un 35%. Una nueva capacidad productiva con los mismos recursos, los mismos profesionales, pero trabajando de forma distinta, con propósito, con interés, con ilusión.
Cuando el jefe supervisa cada detalle, no solo está diciendo implícitamente que no confía en su equipo, también bloquea cualquier iniciativa, asfixia la creatividad y perpetúa una cultura del miedo al error
Este resultado extraordinario no surge de la casualidad, sino del hecho de devolver a los equipos la capacidad real de aportar valor, decidir, innovar y sentirse parte integral de la organización.
Vivimos en un contexto de profunda disrupción tecnológica y cambios constantes, donde la innovación es la clave de la supervivencia empresarial. Ninguna organización puede permitirse seguir atrapada en un modelo de liderazgo obsoleto basado en la supervisión excesiva, perdiendo productividad, competitividad y, lo más crítico, talento.
Las empresas que hoy triunfan son aquellas que apuestan decididamente por un liderazgo disruptivo, capaz de fomentar la autonomía, cultivar la confianza y potenciar el talento desde dentro.
La clave para adaptarse y prosperar en este nuevo entorno es evidente: hay que romper con el control excesivo y empoderar verdaderamente a los equipos. El liderazgo disruptivo ya no es opcional; es una necesidad estratégica urgente.
Por lo tanto, invito a todos los líderes empresariales a reflexionar: ¿estás realmente impulsando tu organización hacia adelante o, sin darte cuenta, la estás frenando con microcontrol?
El momento de cambiar es ahora. Tu empresa, tu equipo y tus resultados lo agradecerán… ¡y crecerán!
Vía: Vozpópuli