Abordar con optimismo y éxito el futuro difuso ante el que nos encontramos, requiere abrazar un obligado cambio: pasar de la era industrial a la nueva era del Talento. Una era que exige una traslación del foco en la tecnología al foco en las personas.
Liderar sin mapa, Cuaderno de Pensamiento #1 Kainova
Trasladar el foco en la tecnología al foco en las personas.
Dicho de otro modo:
Trasladar el foco en la IA al foco en el Talento.
Y lo afirmamos aún a riesgo de que el mundo entero se nos tire a la yugular.
Cuando afirmamos una y otra vez que “La tecnología no es suficiente”, no es porque sí…
Los tiempos de transición, como los que vivimos ahora, son siempre una gran incertidumbre.
Hoy, los profesionales estamos más formados y tenemos mayor capacidad para comprender el progreso. Pero el escenario en el que vivimos nos enfrenta a momentos tan desconcertantes como aquellos vividos por quienes afrontaron los inicios de la era industrial.
Entre tanta bruma, sin embargo, vislumbramos una luz.
En ese futuro difuso, podemos afirmar que el foco está en las personas.
Defendemos a capa y espada, por ello, que estamos en la Revolución del Talento.
Existe una razón de peso para tal afirmación:
Construir en este futuro, cada vez más complejo y sofisticado, requiere de las habilidades ingeniosas de las personas, aflorar y potenciar sus capacidades innatas, para aportar ideas innovadoras.
Sabemos que lo sencillo, rutinario y preciso va a ser realizado por la tecnología.
Pero también que la capacidad del ser humano de soñar, imaginar e inventar es ilimitada.
Esa capacidad, junto a su talento, será el garante de grandes ideas para construir un futuro en el que:
- Las empresas tengan un propósito más elevado al de la era industrial (ganar dinero)
- Las empresas velen por el bienestar emocional y físico de su equipo humano
- Las empresas construyan dinámicas de trabajo que impulsen el talento
- Las empresas innoven constantemente ofreciendo productos y servicios que responda a la realidad de la sociedad
En este contexto, nadie discute el papel de primer orden de la IA.
Como aliado de los profesionales y como herramienta que les permite elevar sus capacidades e incrementarlas de forma acelerada.
Tanto es así que se proyecta que, en el 2030, el 27% de las horas trabajadas en la economía de la Unión Europea podrían ser automatizadas, según un estudio de McKinsey.
Tampoco se discute que la IA se presenta como una oportunidad para generar soluciones que hasta ahora podían costar años de estudio, ni el hecho de que nos abre puertas creativas, al estimularnos, con su interacción, desatando conexiones que despiertan nuestra creatividad, ideas valiosas e ingenio.
De hecho, el mismo informe de McKinsey apunta que la automatización está a punto de afectar a un conjunto más amplio de actividades laborales que implican conocimientos especializados, interacción con personas y creatividad.
Solo hay una norma en el nuevo juego:
No olvidar nunca que el poder para lograr los beneficios que aporta la IA, está en el talento.
Sin talento, el ser humano, las organizaciones, perdemos la capacidad de poner criterio para discernir lo bueno de lo malo, la paja del grano.
No toda producción generada por la IA es eficiente por definición.