Empoderar no es delegar. Es confiar. Y confiar no es un acto ciego, es una decisión consciente que parte de tener clara la visión y compartirla con quienes van a hacerla realidad. En las empresas que quieren crecer —de verdad— el empoderamiento no es un discurso, es una estrategia operativa. Y en el centro de esa estrategia están ellos: los mandos intermedios.
Hablamos poco de ellos. Pero sin ellos, nada ocurre. Son quienes convierten la visión del CEO en realidad. Son los que convierten lo que el CEO imagina en resultados tangibles. Quienes conectan la estrategia con la operativa. Quienes hacen que una cultura viva, no solo se predique. Son bisagra, puente y motor. Y, sin embargo, en demasiadas empresas siguen ocupando un rol de ejecutores, no de impulsores. Un rol de recibir instrucciones y transmitirlas, no de liderar. Y eso es un error estratégico.
El nuevo papel del mando intermedio: de engranaje a multiplicador
Aunque muchas organizaciones aún no quieran reconocerlo, estamos ya inmersos en un entorno que lo está cambiando todo. Y que lo hará con más intensidad cada año.
Un entorno donde las jerarquías se aplanan, donde la disrupción tecnológica es constante, y donde el talento busca propósito más que instrucciones.
En este nuevo contexto, el rol del mando intermedio ha dejado de ser funcional para convertirse en transformador. Un rol que solo puede desplegarse si se le empodera. Cuando eso ocurre, el mando intermedio traspasa sus límites: ya no solo ejecuta; ahora, además, interpreta, anticipa, alinea, moviliza.
Está lo bastante cerca del equipo como para entender lo que preocupa y lo suficientemente cerca del negocio como para detectar lo que está por venir. Es el primero en ver una oportunidad escondida en un fallo operativo. El primero en escuchar una inquietud que puede escalar si no se gestiona. El primero en traducir una estrategia en acciones concretas que, gracias a su cercanía, logra que el equipo las comprenda y las asuma como propias.
Pero esto no sucede por azar. Se necesita intención. Se necesita estrategia.
Elevar su rol, dotarlos de visión y herramientas
Empoderar a un mando intermedio no es solo darle autoridad. Es hacerlo crecer. Es mostrarle que su impacto va mucho más allá de supervisar tareas o pasar informes. Es ayudarle a comprender el negocio, a conectar lo que hace con el propósito global, a ver el sentido de su función como catalizador del cambio.
Y para eso, hace falta acompañamiento. Formación específica. Herramientas que le permitan pensar desde la estrategia sin perder el pulso operativo. Mentalidad pragmática, sí. Pero también visión empresarial. Capacidad de influir sin jerarquía. Saber gestionar personas y emociones en entornos de incertidumbre. No es formación técnica: es transformación del rol.
Cuando lo consigues, ocurre algo poderoso. El mando intermedio deja de “dirigir equipos” y empieza a movilizarlos. Deja de apagar fuegos para encender oportunidades. Detecta mejoras, canaliza innovación, anticipa conflictos y transmite cultura sin necesidad de grandes discursos.
Lidera desde la cercanía. Desde la acción. Desde la coherencia.
La proyección real del liderazgo del CEO
Un CEO no lidera solo. Lidera a través de quienes tienen contacto directo con el día a día. Y ahí, los mandos intermedios son clave. Son quienes hacen que la visión no se quede en una idea, un eslogan o una frase inalcanzable. Son quienes contagian o frenan el cambio. Y en un contexto donde adaptarse rápido es lo único sostenible, esa capacidad de actuar con agilidad y criterio desde el centro de la organización es oro puro.
Por eso, invertir en ellos no es un “nice to have”. Es una necesidad competitiva. Una organización no escala porque su CEO tenga una buena estrategia, sino porque tiene una red de líderes intermedios capaces de multiplicarla. Que no solo ejecutan, sino que transforman. Que no solo cumplen, sino que construyen.
Hoy, construir una cultura organizativa no se hace desde arriba. Se hace desde el centro. Desde ese espacio entre la estrategia y la operativa donde habita el verdadero pulso de la organización. Y ahí, los mandos intermedios tienen más poder del que muchas veces se les reconoce.
Pueden ser el mayor activo cultural de tu empresa… o tu mayor freno. Y la diferencia la marca lo que tú, como CEO, decidas hacer con ellos. ¿Los sigues viendo como ejecutores? ¿O empiezas a tratarlos como lo que son: líderes esenciales para construir la empresa que quieres ser mañana?
El futuro se juega ahí. En lo que haces —o no haces— con quienes cada día pueden multiplicar o diluir tu visión.
El liderazgo del CEO se proyecta y multiplica a través de ellos.
Y si se quiere construir una organización capaz de adaptarse y prosperar en los próximos años, este es el momento de elevarlos. De dejar de verlos como engranajes y empezar a tratarlos como lo que realmente son: líderes que hacen que todo funcione.
Vía: Canal CEO