Liderar hoy con la mente puesta en el mañana. Hoy, muchos CEOs de pymes están liderando en tiempo de descuento. La inteligencia artificial irrumpe en los mercados a un ritmo que desafía cualquier plan estratégico. La crisis climática obliga a repensar modelos productivos. Las nuevas generaciones no solo cuestionan las reglas heredadas: las están reescribiendo. Y lo que ayer funcionaba —el modelo, la cultura, incluso el estilo de liderazgo— puede volverse irrelevante de un día para otro.
Si el rol del CEO sigue anclado en el liderazgo clásico —controlar, prever, ejecutar—, ya va tarde. Porque eso no es liderar. Es gestionar. Y aunque la gestión pueda dar la apariencia de estabilidad, en realidad actúa como un freno invisible: estabiliza, sí, pero no impulsa. Mientras tanto, el futuro se diluye, porque no puedes construir lo que ni siquiera has tenido espacio mental para imaginar.
Liderar hoy —y más aún en una pyme— exige pasar de gestor del presente a arquitecto del futuro. De ahí nace la figura del Chief Future Officer (CFO): el CEO que no solo opera, sino que imagina, anticipa y prepara a su organización para lo que viene. Un rol que se mueve entre innovación, estrategia y sostenibilidad, con una mirada firme en el largo plazo, y que exige que cada decisión relevante esté alineada con lo que ocurre ahí fuera: cambios tecnológicos, sociales, económicos y medioambientales.
Pero nada de esto es posible si la estructura no cambia. Sin un rediseño profundo de cómo funciona la organización, el CEO seguirá atrapado en la operativa. Por eso hacen falta estructuras radicalmente distintas: son el único mecanismo real que libera al CEO para pensar y liderar en largo.
Las organizaciones horizontales no son una moda pasajera. Son la base de esta transformación. Su valor no reside en un organigrama más plano, sino en la dinámica que generan: equipos con autonomía real, procesos transparentes, personas que toman decisiones sin esperar permiso.
Cuando una empresa funciona así, el CEO deja de ser el cuello de botella. Puede soltar el control sin perder el rumbo, reducir su implicación operativa y ganar tiempo de calidad para el futuro. Su tarea ya no es apagar fuegos, sino encender faros: marcar la dirección, guiar con visión y comunicar con precisión hacia dónde vamos y por qué.
Estructuras que liberan y culturas que anticipan
El Chief Future Officer no es una figura teórica. Existe ya en corporaciones que lideran transformaciones disruptivas: tecnológicas como Google, que operan en entornos de alta incertidumbre; organizaciones con un propósito social profundo; y centros de innovación que viven de anticiparse al cambio.
Pero no solo las grandes lo necesitan. Las pymes también deben incorporar esta función si quieren seguir siendo competitivas. El mismo entorno que sacude a las multinacionales también las alcanza a ellas… solo que con menos recursos y menos margen para reaccionar. Y en este contexto, cada decisión estratégica tiene un impacto inmediato: no hay espacio para la improvisación a largo plazo.
La figura del Chief Future Officer
Por eso, en una pyme, el reto es aún mayor: el CEO debe ser, al mismo tiempo, garante de los resultados diarios y arquitecto de la visión que mantendrá viva la empresa en los próximos años. Para lograrlo, necesita hábitos sólidos: aprender, desaprender y reaprender de forma continua; escuchar más allá de su sector; detectar patrones antes de que sean evidentes; y comunicar lo esencial con una claridad que movilice.
Cuando esto ocurre, surge algo poderoso: la cultura de anticipación. Innovar deja de ser un proyecto aislado para convertirse en una práctica diaria. Los desafíos se transforman en oportunidades. El talento crece porque siente que su trabajo importa, que sus ideas cuentan y que está contribuyendo a algo que trasciende la rutina.
En este modelo, el CEO-CFO no controla personas: conecta propósitos. No supervisa cada paso: moviliza energías. No concentra el poder: lo comparte para multiplicar la inteligencia colectiva. Y sobre todo, sostiene el rumbo incluso en plena tormenta.
El futuro no se improvisa en los huecos de agenda. Se diseña con intención, disciplina y perspectiva más allá del trimestre. Sin una estructura que libere al CEO, ese futuro se decidirá en otro lugar… y por otras manos.
En el mundo que viene, el CEO que no incorpore esta mirada larga quedará atrapado en un presente cada vez más corto. El que confíe, suelte y lidere con visión, escribirá la historia.
Y en liderazgo, como en la vida, o escribes el guion… o acabas siendo una nota al pie.
Vía: Canal CEO