10 Julio 2023
Tribuna
Carme Castro, CEO de Kainova. Son capaces de entender mejor cómo aplicar la IA en sus procesos.
Hace años, Raymond Kurzweil, tecnólogo experto en sistemas y en inteligencia artificial (IA) y director de Ingeniería de Google, ya nos alertó de que el progreso tecnológico avanzaba a una velocidad media 200 veces superior a la que se dio en el siglo XX. Sin embargo, aun tomando conciencia de esa realidad, no dejamos de sorprendernos. El progreso tecnológico se está produciendo a un ritmo más acelerado del previsto. Y la gran aceptación de empresas y personas por experimentar con la IA ha quedado demostrada, con los más de 1 millón de usuarios en 5 días del ChatGPT.
Es incuestionable la potencia de la IA. Su capacidad de análisis de datos a velocidad de relámpago, frente a la capacidad de una persona; o la de, proporcionándole el contexto adecuado, redactar un discurso que sin IA te llevaría horas de trabajo. Incluso puedes resolver cuestiones sobre asuntos de los que no tienes conocimiento alguno.
Podemos entender la IA como un aliado muy deseable, para reducir tiempos y, probablemente, aportar mejores soluciones e ideas. Hay que considerar que los resultados que proporciona esta tecnología están basados en millones de informaciones publicadas en Internet hasta 2021. Pero esta información no siempre es contrastada, científica y avalada, pues en ocasiones es de dudosa veracidad e incluso fraudulenta. Por ello, todavía tenemos que aplicar nuestro criterio ante su resultado e investigar para cerciorarnos de que la información que obtenemos es de calidad.
La IA nos aportará, sin duda, grandísimos cambios que aún tenemos que ir descubriendo a medida que aprendemos sobre ella. La introducción de esta disrupción tecnológica en las empresas, en sus procesos, refuerza la necesidad de que han de transformarse en organizaciones líquidas. Es decir, capaces de adaptarse ágilmente a las necesidades del negocio, con unas dinámicas de trabajo que potencian el aprendizaje continuo, la creatividad y la innovación.
Existirá una transformación inevitable en las posiciones laborales, tal y como las conocemos ahora. Será una revolución del mercado laboral, dado que existirán tareas que la IA podrá realizar de forma autónoma y eficaz sin dificultades. También podrá ofrecer soluciones a problemas a velocidad supersónica, y aportar ideas si sabemos interactuar con ella proporcionándole las preguntas e información adecuadas para que eso suceda.
Con la IA, las personas crecen
Todo ello replanteará el mercado laboral y las necesidades de las empresas para incorporar en sus modelos de negocio la potencia de la IA y cualquier tecnología disruptiva que surja. El gran desafío que nos plantea la IA para las personas está en aprender a convivir con esta tecnología, aceptando sus limitaciones de partida y que éstas nos exigen más: más capacidad crítica, más comprensión, más exigencia ante la información que manejamos.
La IA nos lleva a evolucionar nuestras capacidades para ser insustituibles. La forma en que percibimos, nuestros valores y nuestra creatividad, todo ello único e irrepetible, es lo que la IA nos está invitando a desarrollar a marchas forzadas. Tenemos que experimentar e innovar, y buscar nuestra singularidad, nuestra identidad única, nuestra creatividad y valores asociados a nosotros. Porque eso no puede realizarlo la IA, al menos a corto plazo.
Para obtener el máximo potencial de la IA, las empresas necesitarán profesionales con creatividad, pensamiento crítico y una mirada distinta a la visión túnel. El equipo humano deberá aprender a interaccionar con la IA para lograr el mejor resultado que ésta pueda ofrecer.
Con todo, no olvidemos que en el contexto real las relaciones empresariales se realizan entre personas, cada una de ellas con sus emociones y circunstancias, información difícil de transmitir a la IA, de momento. De la misma forma, a corto plazo, la IA no sustituirá a la capacidad humana de imaginar, inventar e innovar.
Bajo este nuevo paradigma, la IA potenciará las empresas líquidas porque muchas posiciones serán desplazadas, transformadas y modificadas por los avances tecnológicos. Y probablemente se crearán otras nuevas funciones y profesiones que todavía no podemos vislumbrar con exactitud.
La empresa tendrá que ser ágil en esa reorganización y adaptación a las nuevas formas de hacer. Dicho de otra forma, el equipo humano debe estar preparado para moverse rápidamente de funciones y de actividad, contribuyendo sin resistencias. Justo lo que las empresas líquidas potencian en su equipo humano, un contexto cultural de desarrollo continuo, creatividad e innovación. Un equipo humano que se siente cómodo fuera de la zona de confort, donde los retos le impulsan a desafiar lo desconocido.
Los cambios disruptivos, como la IA, son nuevos. Debenos aprender a convivir con ellos. Nos brindan nuevas oportunidades a explorar, provocan un rediseño en todos los ámbitos que iremos descubriendo a medida que avancemos en su aplicación.
En busca del equilibrio
Con su estructura organizativa que potencia el talento, fomenta la creatividad y la innovación a través de la cocreación —para desafiar la hipercomplejidad del contexto en el que las organizaciones están inmersas—, la empresa líquida será la que logrará entender con mayor facilidad la aplicación en sus procesos de la IA. La clave estará en imaginar mejor que nadie cómo sacar el máximo partido a esta tecnología, a la par que las personas evolucionan en imaginación, creatividad y estructuras, a fin de comprender cuál es el límite humano y cuál el tecnológico. Y en ese punto, encontrar el equilibrio por el que las personas llegan más lejos apoyándose en la tecnología.
A pesar de su gran evolución, la IA no posee aún la capacidad de crear desde cero ante situaciones nuevas y desconocidas sobre la que no existe información alguna. En cambio, el ser humano sí tiene esa capacidad: la creatividad. La empresa líquida potencia la creatividad para innovar. Fusionando la creatividad de la inteligencia colectiva con la potencia de la inteligencia artificial, la posibilidad de crear será inimaginable e inagotable.
Vía: diarioabierto.es