Existe un juego que solemos regalar a los niños de uno o dos años que me encanta por su paralelismo con la vida.
Seguro que has visto a más de uno jugar con él si no es que tú mismo le has dedicado un rato, aunque solo fuera para entretener a una criatura.
Se trata de un cubo o caja rectangular en la que el niño debe encajar piezas con diferentes formas y colores: un cubo, un cilindro, una estrella…
Es un juego tan (aparentemente) sencillo que cuando en la tienda lo sostienes justo antes de pagarlo te preguntas si aciertas con el regalo o si el entretenimiento le durará apenas unos segundos.
¿Cuánto se puede tardar en encajar las cuatro piezas?
Pues es curioso observar cómo, cuando el niño empieza con la primera, primero tiene que entender que ésta debe pasarse por uno de los agujeros de la caja. Y segundo, ¡no sirve cualquier agujero! Existe uno (y solo uno) concreto para cada una de ellas.
La cosa es aún más divertida cuando el juego viene con un pequeño martillo con el que el niño aporreará la pieza, la caja y lo que encuentre a su alrededor (ya sea para lograr su objetivo de encajar la pieza o uno nuevo – ajeno al juego – que deviene por hartazgo de no conseguir la meta inicial).
Pues bien, si este juego me gusta tanto es porque, como decía al principio, me parece una representación afinada de muchos aspectos de nuestra vida: las relaciones con los demás, los trabajos y entretenimientos que escogemos, incluso el modo en que hacemos las cosas en las organizaciones.
Pongamos el caso de las relaciones. ¿Quién no ha pasado por la experiencia de intentar mantener viva una relación que ya había muerto?
Esto es como coger el martillo bien fuerte y empezar a machacar el cuadrado sobre el agujero del cilindro. ¡Y venga! ¡Dale fuerte que seguro que entra al final!
Quien lo ha intentado sabe bien, que el cuadrado nunca llega a entrar en el cilindro… a no ser que lo rompas, claro. Pero ya no será un cuadrado.
Es gracioso, cuando veíamos al niño intentar algo así no veíamos más que a un pequeño ser con muchas limitaciones al que aún le quedaba mucho por aprender y desarrollarse.
Y ahí estamos nosotros, haciendo exactamente lo mismo con muchas cosas. Sin darnos cuenta.
¿Sabes con qué más está pasando esto en las organizaciones y debido a la época de transición histórica que vivimos?
Con las estructuras jerarquizadas que utilizamos para organizarnos.
Pero en este caso la situación es algo más drástica.
En nuestro juego de las organizaciones viene la pieza de la estructura jerárquica, porque facilita la organización, quién hace qué, quién recibe el resultado de lo que se genera, cuál es el proceso concreto…
Tiene forma de triángulo, por ejemplo.
Esta pieza es fantástica para tener un control exhaustivo, hasta de las capacidades de cada una de las personas.
Pero resulta que la caja con agujeros – el contexto en el que nos movemos (mercado, sociedad, tecnología) – ¡¡viene sin un agujero para encajar triángulos!!
Las jerarquías han muerto
Existe la famoso DPT (descripción del puesto de trabajo) o si lo prefieres el JD (Job Description), que queda más sofisticado.
Así que definimos la DPT y metemos en esa posición de la jerarquía a una persona que tenga esas capacidades. Si tiene más, ¡no importa!… no las va a poder utilizar.
¿Has escuchado eso?
¡No va a poder utilizar capacidades que tiene!
¿Qué va a hacer con ellas?… literalmente castrarlas.
Recuerdo la época (hará unos 30 años) en que siempre pedían saber inglés. Se puso de moda, aunque la empresa fuera local (ni siquiera nacional) y nunca se relacionara a nivel internacional. La probabilidad de conversar en inglés, obviamente, era cero.
De manera que al no ser utilizada, esa capacidad moría con el tiempo (lo sabes, si no practicas, se olvida).
En la situación en la que vives, un entorno cambiante a todos los niveles, y además a velocidad de relámpago, todo es nuevo y no existen referentes.
Los cambios sociológicos, tecnológicos, ecológicos… son de vértigo y nos llevan a contextos no vistos antes.
Es ahora cuando más necesitamos todas y cada una de las capacidades de las que disponemos para afrontar el entorno y salirnos airosos.
Si te paras a pensar, las jerarquías con las que nos hemos organizado hasta ahora, limitan las capacidades de las personas.
Porque encasillan en unas funciones determinadas:
- Limitan el talento.
- Coartan el desarrollo del talento
- Desperdician el talento.
Esto es lo que hay:
Las jerarquías son un obstáculo para adaptarse rápidamente a los cambios
¿Por qué?
Sencillo, muy sencillo.
Las personas se han habituado a realizar unas funciones determinadas de una manera determinada. Cuando quieres modificarlas – porque debes sobrevivir en el nuevo entorno – surge la resistencia al cambio. El ser humano tiende a sus rutinas buscando perpetuar la comodidad con la que se siente a gusto.
Los tiempos de asimilación de cualquier cambio en las empresas con jerarquías, tal y como las conocemos, son excesivamente largos, algo que conocemos perfectamente.
¡Quién a estas alturas no ha vivido en primera persona algún proceso de cambio en su organización y el esfuerzo titánico que suposo!
En la actualidad, cerca de un cuarto de siglo XXI, estos «tiempos largos» te llevarán, casi con seguridad y en el mejor de los casos, a una pérdida de competitividad en el mercado.
Lo más probable es que seas eliminado del mercado en un momento u otro.
Ser competitivo hoy y en el futuro – piensa que no vamos a volver nunca a lo que éramos y conocíamos – necesita estructuras dinámicas capaces de adaptarse rápidamente minimizando al máximo el tiempo para mantener – e incluso incrementar – tu competitividad, ofreciendo los productos o servicios que el mercado actual y futuro necesita.
Por eso, insisto, las jerarquías han muerto.
Tu empresa necesita estructuras dinámicas que se configuren por proyectos en lugar de por posiciones funcionales.
Estructuras en las que todas las personas con sus talentos estén en cada momento en el lugar más adecuado para aportar el máximo valor.
No olvides que las personas también son dinámicas y evolucionan.
Detectar el mejor talento en un momento determinado reducirá los tiempos y generará resultados más brillantes.
Este tipo de estructuras son los reyes de la inteligencia colectiva, porque logran que profesionales multidisciplinares, con capacidades, actitudes y aptitudes diferentes, trabajen conjuntamente para innovar o resolver un problema.
Valorar que la sinergia que se produce al colaborar perspectivas diferentes, con sus miradas y manera de comprender y entender diversas, es lo que enriquece y logra resultados extraordinarios que no serían posibles de otra forma.
Te habrás fijado ya que la ausencia de jerarquías es una fuerza motriz. No solo eso, también es autoimpulsora.
El propio dinamismo de una estructura dinámica facilita la capacidad de adaptación de las personas que están en la empresa.
Los profesionales están continuamente abordando nuevas situaciones con nuevos compañeros, responsables, metodologías, procesos… Están en aprendizaje continuo, el cambio se vive como algo natural y la resistencia al cambio se elimina.
Estas estructuras incorporan en el ADN de la empresa, y de forma natural, la innovación, ya que la mejora continua está impregnada en sus dinámicas de trabajo y procesos de gestión.
La eficiencia se incrementa continuamente gracias al aprendizaje en los distintos escenarios que colaboran y retos en que participan.
Una estructura dinámica genera inteligencia colectiva a nivel corporativo permitiendo que en cualquier lugar de la organización se generen nuevas ideas y soluciones innovadoras.
Con lo que acabas de leer, entenderás que esto es en realidad, una pieza estrella.
Tu caja de encajes cuenta con un agujero para ella. Com te he contado más arriba, la pieza triángulo ha desaparecido, ya no está. Aunque tú insistas aún en encajar tu triángulo a golpe de martillazo.
No encaja, no fluye. No fluirá.
Si quieres encajar y ganar en el juego, consigue tu estrella. No te queda otra.
En las Grandes Ideas de la Empresa Líquida te invitamos a que te plantees cómo crecer en rentabilidad y competitividad cuando el entorno actual y futuro nos dicen cosas como que las jerarquías han muerto.
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