Posponer, la estrategia de la indecisión

Frente al riesgo de equivocarse, CEO's y directivos conviven a diario con la parálisis de la indecisión. Una parálisis demasiado acostumbrada a disfrazarse de un "lo haremos más adelante". El peligro insoslayable es que no decidir terminará por establecer, a su libre albedrío, el rumbo de la trayectoria de la organización.

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estrategia de la indecisión

Siglo XIX. El filósofo y escritor suizo, Henri-Fréderic Amiel, nos deja las siguientes palabras como parte de su legado literario:

El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir nunca decide.

A pesar de que nos encontramos a más de un siglo de distancia de esta reflexión, esta indecisión es, hoy en día, uno de los principales handicaps con los que lidian empresas de todos los tamaños y colores.

Aunque en la mayoría de los casos quienes tienen que decidir no sean conscientes de ello.

¡Warning 1!

Y es que, sin pretenderlo, disfrazamos las indecisiones.

Ante un proyecto o acción que no tenemos claro cómo abordar, o para el que no tenemos la garantía de éxito que desearíamos, o los apoyos que querríamos, pensamos “no es el momento, lo haremos más adelante”.

Creemos que hemos decidido cuando, en realidad, sólo hemos pospuesto.

¡Warning 2!

El problema es que nos movemos en un escenario de incertidumbre y cambio constante que no nos va a plantear un momento óptimo para tomar una decisión si es que esperamos a “verlo todo con claridad antes de decidir”.

El mismo escenario que no nos va a dar tregua cuando, fruto de nuestras indecisiones, nuestro negocio o empresa sucumba a una competencia que fue más osada y valiente para lanzarse a aprender y descubrir caminos alternativos.

Aún a riesgo de cometer errores…

Puesto que hablamos de decisión, liderazgo, incertidumbre y competencia, este es un tema perfecto para abordar desde las Grandes Ideas de la Empresa Líquida.

Te cuento.

Decisión y estrategia

La indecisión, en sí, es una decisión.

La decisión de no tomar una decisión.

Parece un juego de palabras, pero no lo es.

Otro modo de ver lo que quiero decirte es tal y como lo expresaba Steven Covey. Él decía:

No soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones.

En el mundo de la empresa, a pesar de nuestro entorno incierto y cambiante, esto es exactamente lo que sucede.

Las empresas avanzan gracias a las decisiones que se toman. Cada decisión impulsa hacia un objetivo concreto. Son los puntos de inflexión que marcan el rumbo de la trayectoria.

Fácil y obvio, ¿verdad?

Lo que ya no es tan obvio, y de ahí el peligro para un negocio, es que las indecisiones en forma de “ya lo haremos” ejercen la misma fuerza, pero en sentido opuesto.

No decidir terminará por establecer, a su libre albedrío, el rumbo de tu trayectoria.

Dicho en otras palabras, no decidir, y posponer, significa dejar de ser estratega. Y dejar en manos del devenir el camino que recorrerá nuestra empresa.

Y quien dice “devenir” dice “competencia”.

El huevo y la gallina

Decidir para ser estratega.

Ser estratega para decidir.

Y hacerlo en un contexto de incertidumbre y cambios disruptivos reclamará una toma constante de decisiones.

Quien ha ocupado el lugar de decisor lo sabe bien: en estrategia, las decisiones son lo más difícil, y a su vez, lo más importante.

Nos guste o no. Nos apetezca o no. Sepamos o no en qué dirección avanzar, no es posible quedarse al margen.

Tampoco pretender que, al posponer esas decisiones, se facilitará su toma de decisión en un futuro.

Moverse en esta tesitura es un error.

Las decisiones de hoy son las que determinarán lo que la empresa será dentro de unos años.

No podrás conocer el resultado de ellas hasta dentro de unos años, pero esto que a priori puede presentarse como un inconveniente, es a la vez una ventaja cuando eres un buen estratega.

Porque un buen estratega ve lo que otros todavía no ven y actúa en consecuencia.

Para cuando lo vean los demás, tú ya andarás por delante.

Esto siempre ha sido así.

Fíjate en el ejemplo de J.M. Smucker Company, una compañía estadounidense fundada en 1897. En sus inicios empezaron haciendo mantequilla de manzana que se vendía en una carroza tirada por un caballo. 120 años después, esta pionera no sólo es una leyenda en el mercado de mermeladas y otros productos de conservas de frutas. También es dueña del café de Dunkin’Donuts y de marcas como Crisco, Pillsbury, Café Bustelo y Milk Bone, entre otras.

Este es un buen ejemplo de cómo las decisiones de un momento – abrirse al mercado de mermeladas y otros, en este caso – son una ventaja competitiva en el futuro.

Existe, según una encuesta de PwC, un 40% de CEO que considera que sus empresas dejarán de ser viables en 10 años si no cambian el rumbo actual.

De eso se trata, de ser parte de ese 40% que está viendo lo que el otro 60% no, y tomar decisiones al respecto.

Decidir, aunque sea desde la incertidumbre, es una gran ventaja competitiva pues, aunque por ser el primero hayas tenido que rectificar por el camino, equivocarte y tener la sensación de que no avanzas, en realidad el aprendizaje que has adquirido es una gran ventaja con respecto a los que inician ese camino.

En un contexto que se está configurando a base de innovaciones y disrupciones, en el que no existen antecedentes, el camino de decidir, equivocarte y aprender es el que te permite ser competitivo.

Indecisión, la contra-estrategia

En las empresas existen inercias que siguen vigentes. Bajo su efecto hipnótico, actuamos una y otra vez del mismo modo. A pesar de que todos estamos de acuerdo en que el mundo va a gran velocidad pidiendo a gritos una reinvención constante que nos saque de dinámicas ancladas y obsoletas.

Al igual que en unas arenas movedizas, si no nos movemos adecuadamente, seremos engullidos por el mercado.

Movernos adecuadamente, hoy, implica dejar atrás las inercias que nos atan a un entorno que ya no existe. Lo que hacíamos y cómo lo hacíamos, lo que nos funcionó durante años, ya no sirve o va a dejar de hacerlo en breve. Porque las circunstancias se reinventan a cada avance del progreso tecnológico, social y medioambiental.

Ante el cambio constante, no cabe la rigidez y preservación de viejas dinámicas. Es necesaria una flexibilidad y agilidad que nos permitan co-crear e innovar ante cada situación que el entorno nos plantee.

Cada vez más empresas son conscientes de ello. Por eso el Estudio de 2022 de ManpowerGroup, The Great Realization) recoge que “el 83% de las organizaciones cree que necesita mayor velocidad y agilidad para hacer frente a los actuales cambios”.

Y añade:

Las empresas se han vuelto cada vez más sofisticadas: buscan modelos operativos más ágiles, cadenas de suministro más resilientes, socios más ecológicos y consolidados, y soluciones para dar respuesta a la fuerte competitividad, la incertidumbre y la demanda de transparencia

¿Cómo evitar caer en las fatídicas inercias?

Reconocerlas es un buen punto de partida. Aquí, algunos casos importantes:

  • Inercias vinculadas a cumplir un presupuesto, aunque el contexto haya cambiado y se debería revisar. Se posponen las decisiones.
  • La inercia de no tomar decisiones en ciertas épocas del año vinculadas a baja actividad y en las que parece inoportuno tomar nuevas decisiones. Se posponen las decisiones.
  • La inercia de si se han cumplido los objetivos antes de lo esperado. Las nuevas decisiones pueden dilatarse en el tiempo por lo que, de nuevo, se posponen las decisiones.


Podría seguir con otras situaciones que detecto en las reuniones con CEO’s o en conversaciones con directivos. Comportamientos heredados de una forma de trabajar que ya no es apropiada para ser competitiva.

En un contexto en el que todo va tan rápido y en el que existen tantas novedades que nos plantean nuevas situaciones, posponer es la estrategia de la indecisión.

Recordemos que una decisión es una palanca para activar mecanismos hacia un objetivo, por lo que, posponer esa decisión es dejar transcurrir un espacio de tiempo en el que paralizamos esa acción.

Un espacio desperdiciado.

Un espacio que podría ser tu ventaja competitiva.

Decide y gana agilidad

Tomar decisiones estratégicas en un entorno convulso es navegar entre múltiples opciones sin tener la certeza de cuál es la más adecuada y beneficiosa. Es, tal y como expresamos en nuestro primer Cuaderno de Pensamiento, liderar sin mapa.

¿Cómo hacerlo?

En realidad, hay que cambiar las inercias preestablecidas por unas dinámicas que se ajusten a la flexibilidad y agilidad que el contexto nos brinda cada día, y de esa forma tener la capacidad de evaluar cómo cada decisión nos acerca al objetivo. Y si no es la adecuada, aprender de ello y virar.

La estrategia es ahora más relevante que nunca. Tener una visión clara del futuro que quieres de la empresa: cómo quieres posicionarte, qué quieres ofrecer al mercado, cómo lo quieres ofrecer.

Es esencial comprender y aceptar que sacar adelante esa estrategia implica reevaluar continuamente si las tácticas escogidas son las que nos acercan al objetivo o si es necesario modificarlas, eliminarlas o crear nuevas. Sin miedo y siendo fiel a esa visión de futuro.

Fruto de esas decisiones tu empresa ganará en agilidad. Agilidad que se produce cuando no nos aferramos a unas decisiones tomadas durante un tiempo determinado y, además, somos capaces de cambiar una decisión a tiempo, es decir, antes de darnos cuenta de que todo el esfuerzo y recursos invertidos no han dado el fruto que esperábamos.

Un CEO o directivo debe eliminar el posponer en su agenda y sustituirlo por un pensamiento crítico y creativo acorde a esta nueva era: decide, avanza, evalúa, rectifica.

Rectificar no es fracasar.

Rectificar en este contexto imprevisible y cambiante es aprender sobre lo que estás explorando y avanzarte en adquirir un conocimiento que te permite tomar mejores decisiones.

Rectificar es invertir tiempo en generar una ventaja competitiva.

Y si no tienes que rectificar entonces ya tienes esa ventaja competitiva.

Sigue tomando decisiones para mantenerla y despuntar en tu sector.

Es cierto que ser avanzado tiene un alto riesgo, aventurarte a explorar lo que nadie ha hecho antes no es garantía de avanzar, pero sí es garantía de crear y desarrollar el músculo de innovar en tu organización.

Si esto te interesa es porque las empresas de esta nueva era son aquellas en las que la innovación está en su ADN. Dicho de otro modo, aquellas que innovan constantemente.

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Lo tienes claro, se acabaron las indecisiones. Sí, pero ¡no es tan fácil!

Lo sabemos, hablamos siempre desde la experiencia
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en Kainova nos encantará encontrarnos contigo para escucharte y contártelo.

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