¿Está tu empresa atrapada en la Carrera de la rata?.

En "Padre Rico, Padre Pobre", Robert Kiyosaki explica cómo nuestras decisiones nos impiden pasar de pobres a ricos, y no nos damos cuenta. En las empresas, con el enfoque de la resolución de problemas que aplicamos, sucede algo muy parecido. Descubre cómo dar un salto cualitativo y cuantitativo cambiando una actitud que lo determina todo.

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carrera de la rata

En su libro Padre Rico, Padre Pobre, Robert Kiyosaki utiliza el concepto de “la carrera de la rata” para explicar cómo las personas nos mantenemos en un perpetuo estado de pobreza debido a nuestras decisiones de inversión y gasto.

Acabamos por ser como una rata encerrada en una jaula, dando vueltas sin parar dentro de una rueda sin llegar a ningún sitio. Siempre estamos en el mismo punto.

No nos damos cuenta de que nuestras decisiones nos impiden pasar de pobres a ricos.

En el mundo de las empresas, cuando observamos cómo se enfoca la resolución de problemas, sucede algo muy parecido.

La actitud errónea con la que la mayoría de las empresas abordan la resolución de problemas dificulta, si no imposibilita, el pasar de ser una empresa que sobrevive, que se defiende como puede… a una que se mantiene con solvencia y crece en la abundancia.

Por eso las empresas acaban por mantenerse en esa eterna carrera de la rata.

Quizás no sean pobres, pero tampoco están dando el salto cualitativo y cuantitativo que podrían si cambiaran algunas decisiones.

Esta actitud negativa, casi podríamos decir autodestructiva, que observamos a menudo en las organizaciones es la siguiente:

Esperamos a que un tema se convierta en un problema real en nuestra empresa antes de empezar a buscar soluciones.

No tenemos una actitud proactiva para evitar que los problemas se generen y desarrollen por lo que, cuando ya son demasiado grandes o se han enquistado, tenemos que dedicar mucho tiempo, dinero y energía.

Tiempo, dinero y energía que, habiendo evitado o resuelto el problema en una fase inicial, habríamos podido dedicar a impulsar un salto cuantitativo y cualitativo en nuestra empresa y, por tanto, a avanzar.

Mejorar resultados, mejorar innovación, mejorar solvencia económica y sostenibilidad en el tiempo…

El coste de oportunidad es demasiado elevado.

El tema de la transformación organizacional es un ejemplo clarísimo de esto.

Durante años y años, la necesidad de la transformación organizacional (que no sólo digital) ha estado presente como una de las tendencias empresariales hacia las que el devenir del progreso nos estaba llevando.

Aún sabiéndolo, la mayoría de las empresas permanecieron adormecidas ante ella hasta que la llegada de una pandemia hizo que todos tuvieran que correr a ingeniárselas como fuera para sobrevivir a ella: con estrés, sin medios y con el único objetivo de “salir del paso”.

De repente, la flexibilidad y agilidad en las personas y procesos de la organización había dejado de ser una tendencia para volverse una necesidad imperiosa que en ese momento se manifestó, además, dolorosa.

Haber contado con una cultura organizacional flexible, ágil, con la capacidad de adoptar el cambio brusco con naturalidad, hubiera supuesto un escenario económico y mental muy diferente para afrontar la pandemia y post pandemia.

Pero en aquel momento se comprobó que la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios no era la dinámica habitual.

Muchas organizaciones se dieron de bruces con esa necesidad y entonces reaccionaron.

Esto es lo que hacemos:

buscamos soluciones a temas que se llevan años hablando sólo cuando se han convertido en problemas ya inevitables.

El hecho es que, al estar siempre

enzarzadas en batallas importantes que les roban todo el tiempo que necesitan para mirar al futuro y verlo venir, no pueden prepararse para comprender cómo abordar de la forma más eficiente y rápida, todas las sorpresas que el futuro traiga con él. Y aún pueden menos, adelantarse a ese futuro y vislumbrar oportunidades.

La gran idea de la empresa líquida en la que queremos incidir esta semana es la de cambiar la mirada y actitud:

“Cuando el problema me embiste y no hay más remedio lo resuelvo”

Por una mirada y actitud que te haga salir de la carrera de la rata organizacional:

“En un contexto imprevisible, me adelanto para evitar que los problemas aparezcan, consiguiendo de este modo tiempo, dinero y energía para invertir en crear e innovar, en lugar de resolver problemas que impiden el crecimiento»

 Y en este cambio de perspectiva, el líder y su visión, son la clave.

La mentalidad de la rata

Nuestra cultura, más allá de la cultura empresarial, arrastra hábitos difíciles de eliminar.

Uno de esos hábitos estrella es que dejamos que los problemas lleguen a manifestarse.

Somos, por cultura, muy poco hábiles en ser previsores, en adelantarnos a las situaciones, en ser proactivos y buscadores de oportunidades.

En cambio, somos culturalmente competentes en empezar a buscar soluciones a los problemas sólo cuando éstos son un gran impedimento para avanzar.

Y cuando nos ponemos a ello, encima queremos dar con una solución rápida y definitiva.

Aunque lo más probable es que no exista esa solución rápida y definitiva a un problema que se ha ido gestando durante un largo período de tiempo, enquistándose de tal forma que ya no es posible obviarlo más y sólo puedes afrontarlo.

No obstante durante su gestación has estado mirando hacia otro lado, ignorándolo o no abordándolo porque creías que se resolvería solo.

En las empresas sucede lo mismo, exactamente lo mismo.

¿Por qué?

Porque las empresas son lo que su equipo humano hace de ellas.

Si tienes líderes con mentalidad “cortoplacista” tendrás una empresa que invierte mucho en buscar soluciones cuando una situación se ha convertido ya en “el gran problema”. Mientras el problema no sea evidente, se deja evolucionar libremente su gestación y desarrollo.

Al igual que sucedió en la crisis financiera del 2008, cuando las empresas experimentaron repentinamente el descenso en caída libre de sus ingresos, en la actualidad, una vez más, se están buscando soluciones a temas de los que se está hablando desde hace años y que ahora, evidentemente, son ya inevitables.

Por ejemplo, el tema de los procesos de venta digitales.

Mira lo que era una evidencia a todas luces ya en 2015:

(Fuente. BrainSINS)

Esta tendencia continuó al alza, llegando a registrar en el 2020 más de 51.600 millones de euros. (Fuente CNMC).

Teníamos los datos y nos estaban diciendo: vas a necesitar digitalizar tu proceso de venta, tengas o no un eCommerce, quizás solo digitalices un primer contacto, o un correo electrónico periódico, o publicites en redes… La evolución cultural de la sociedad es la de dirigirse a un mundo digitalizado donde, a través de internet: se descubre, se observa, se compara, se compra.

La evolución del eCommerce no nos estaba hablando sólo del eCommerce.

Por lo tanto, sólo era cuestión de tiempo que en tu negocio necesitaras activar un proceso de venta digital.

Cuando la pandemia llegó y este proceso no existía, el batacazo fue de campeonato: los equipos de comerciales de repente no podían visitar y mantener relaciones para hacer ventas y los departamentos de marketing perdieron la opción off line.

¿Y si hubiéramos empezado a optimizar este proceso cuando ya se observaba claramente esa tendencia positiva? Aunque sólo lo hubiéramos hecho a partir de 2015, cuando la crisis de 2008 empezaba a superarse.

Probablemente muchos habrían amortiguado bastante el golpe.

Pero no se hizo. Las empresas se concentraron en salir de la crisis y continuar con esa cultura que arrastraban por la que sólo se empieza a buscar soluciones a los problemas cuando éstos son un gran impedimento para avanzar.

El futuro pasaba a estar en la cola de las prioridades.

Así que en  2020 muchas empresas volvieron a experimentar un bofetón por no haberse preparado para una posibilidad que los gráficos estaban dibujando desde el año 2.000.

Esta sería una buena lección de historia para evitar volver a tropezar con la misma piedra de nuevo.

¿Nos pillará preparados a la siguiente?

Escapar de la carrera de la rata

Tus clientes tienen nuevas necesidades de producto, de servicio, de cómo relacionarse contigo, de información, de asesoramiento, de soporte. Son más exigentes, tienen acceso a toda la información sobre ti y sobre tu competencia, tienen más información para tener criterio de selección y quieren una experiencia irresistible que determine que quieran estar contigo.

Sabiendo eso… ¿cuántos procesos necesitas renovar y adaptar en tu organización?

¿Cuántas personas de tu empresa tendrán que desaprender y aprender a hacer lo que hacían hasta ahora, de otro modo?

Pero seguimos funcionando por reacción.

La buena noticia es que podemos revertirlo.

Partimos de este escenario:

  • La tendencia nos dice que la incertidumbre es el futuro, y el contexto en el que nos movemos, BANI [Brittle (Frágil), Anxious (que genera ansiedad), Non-linear (no lineal) e Incomprehensible (incomprensible)].
  • Nuestra actualidad y futuro como personas será aprender a convivir en la incertidumbre.
  • Partimos de una cultura cortoplacista, de unas creencias arraigadas donde apenas hay espacio para la inseguridad.
  • Sabemos que la inseguridad es incómoda por naturaleza para el ser humano. No vivimos bien el no tener el control.
  • No podemos comprender lo que sucederá y no tenemos claridad de hacia dónde dirigir los esfuerzos en el negocio.


Las personas que dirigen empresas, hoy más que nunca, han de actuar con inteligencia para comprender este escenario y cómo lograr que el equipo humano – las personas, todas y cada una de ellas – sientan que a pesar de la incertidumbre, tienen las herramientas para eliminar las resistencias, eliminar los miedos y el desgaste personal al que se enfrentan con cada cambio sobre cambio que se produce.

Larry Page es el autor de una de esas frases que tan bien expresa la importancia de la visión de los líderes en las empresa

“Muchas empresas no triunfan a pesar del tiempo. ¿qué hicieron fundamentalmente mal? Usualmente dejan de lado el futuro.”.

Larry Page 


El CEO, junto a Talento, han de preparar a las personas para convivir de forma natural con la imprevisibilidad.

Tener un plan estratégicamente diseñado es comprender que las personas han de aprender a trabajar en entornos cambiantes sin resistencias: el equipo humano ha de sentirse cómodo trabajando en un contexto de adaptación continua, proactividad e innovación.

Y cómodo quiere decir: productivo.

Productivo porque has logrado eliminar el mayor problema al que se enfrentan los cambios: la resistencia y el desgaste personal.

Es la forma en que ganas un tiempo valioso porque te deshaces de los frenos a los avances. Frenos que generan retrasos y problemas productivos, interpersonales y de clima laboral.

Sin embargo, pocas empresas preparan a sus líderes como impulsores de construir ese equipo humano imparable.

Por lo que si tú lo haces, la ventaja es tuya.

Un buen plan, estratégicamente diseñado, sabe gestionar las palancas para tener el mayor impacto en su estructura actual.

Un buen plan, estratégicamente diseñado, sabe gestionar las palancas para vivir permanentemente adelantándose al futuro.

El secreto del éxito en los negocios está en detectar hacia dónde va el mundo y llegar ahí primero. 

Bill Gates

Mostrar el nuevo camino a la rata

Hace poco escuché a uno de los grandes mentores de negocio norteamericanos, Jay Abraham, decir algo con lo que no puedo estar más de acuerdo, y decirlo de un modo tan sencillo que no puedo más que compartir sus palabras tal cual las escuché.

Él decía: “Las estadísticas dicen que podemos obtener un 20% de eficacia o productividad mejorada del rendimiento de cada uno de los miembros de nuestro equipo. No es que no lo hagan porque sean perezosos y no quieren hacerlo, simplemente no saben cómo hacerlo mejor. Enséñale a tus empleados nuevas habilidades valiosas para tu negocio.”

Estamos en un entorno que nunca antes habían vivido, y no saben cómo afrontarlo.

Hay que preparar a las personas y trabajar con ellas.

Mostrarles el nuevo camino.

Nosotros añadimos:

Sé estratégico y empieza por las palancas con las que con la menor inversión puedas conseguir el máximo resultado: los directivos y mandos intermedios.

En definitiva, los líderes.

Los líderes tendrán que aprender a integrar un estilo de liderazgo disruptivo que les hace evolucionar con una comprensión del entorno en el que se mueven, con la que ganan seguridad aplicando sistemas y técnicas que les permiten combinar la optimización de la operativa con la aportación de ideas e ir introduciendo la innovación en el día a día.

Cuando en tu empresa, tus actuales líderes, empiecen a caminar hacia este tipo de liderazgo, y a sentir que se están convirtiendo en líderes disruptivos, escucharás – o tú mismo dirás si eres uno de ellos – cosas como las que nos dicen los líderes a los que entrenamos para ser los líderes disruptivos del futuro:

“Este liderazgo no tiene fin, me siento más seguro y con la fortaleza de afrontar lo que se nos viene encima, tengo las herramientas para hacerlo.” 

“Empoderar al equipo me ha permitido invertir tiempo en detectar nuevas oportunidades para el negocio y resolver problemas que hasta ahora eran complejos para mí.” 

“Aprender a explorar me ha permitido adelantarme y estar pensando con claridad hacia dónde tengo que impulsar al equipo y el departamento.” 

El líder disruptivo tiene integrado en su ADN lo que Steve Jobs expresaba de esta manera:

Inventemos el mañana en lugar de preocuparnos sobre qué ocurrió ayer. 

Ahora tienes la puerta abierta para salir de la carrera de la rata.

¿Te acompañamos a cruzarla?

Entrena a los líderes a ser profesionales que:

  • se mueven como pez en el agua con las turbulencias
  • su proactividad sea infinita
  • su aversión al riesgo se minimice y aprendan a gestionar los riesgos con soltura
  • sean inspiradores y transformadores con los  equipos

Para ello deberán romper las creencias sobre liderazgo que posean y les limitan a la hora de ver las oportunidades que este contexto ofrece.

Entrena a los líderes a ser Líderes Disruptivos.

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