¡Mamá, quiero ser líder! …¿O no?

Cuando a Roberto le propusieron ser IT Director, el joven y talentoso informático no tuvo ninguna duda, fue un sí rotundo. Siempre había deseado alcanzar un puesto de dirección y por fin, lo había logrado...

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Cuando a Roberto le propusieron ser IT Director, el joven y talentoso informático no tuvo ninguna duda, fue un sí rotundo.

Siempre había deseado alcanzar un puesto de dirección y por fin, lo había logrado.

Las nuevas responsabilidades, los retos, las exigencias, las noches sin dormir, un equipo a su cargo, el aumento de sueldo… Lo bueno y lo malo, lo quería todo, y por eso respondió sin pestañear.

Pero ahora, tres años más tarde, sentado frente a un café y en compañía de la mentora que debía darle las herramientas para mejorar sus habilidades directivas, se había quedado en blanco.

¿Quieres ser líder? – le insistió la mentora transcurrido un minuto de absoluto silencio y mirada perdida en sus propios pensamientos.

Roberto se acababa de dar cuenta de algo que por fin se atrevió a confesar en voz alta:

– No me lo había cuestionado nunca -.

¿Quieres ser líder?

Cuando formulo esta pregunta suele suceder lo que a Roberto en su sesión. Se produce un silencio de aquellos que lo llenan todo, seguido de la confesión «no me lo había cuestionado nunca».

Porque, hasta ahora, la mayoría de las personas han llegado a posiciones directivas por sus capacidades técnicas y no por sus habilidades de liderazgo.

Tradicionalmente hemos funcionado inclinando la balanza notoriamente hacia la primacía de la necesidad de conocimiento técnico sobre las habilidades de liderazgo.

De resultas de este criterio en la elección de directivos se ha producido lo que la sabiduría popular ha dado en expresar con brillante sencillez:

Los contratan por sus aptitudes y los despiden por sus actitudes.

Este criterio, además de representar una amenaza para las propias organizaciones por llevar a muchos directivos a situaciones extremas e incluso a la pérdida de sus puestos, ha gestado una cultura de la dirección que en el siglo XXI clama a gritos por un cambio en los fundamentos.

Si el reclamo primordial es el del conocimiento técnico, ¿para qué invertir tiempo y dinero en habilidades de liderazgo? Mucho menos aún en articular en mi cabeza un prototipo de líder que sea para mí la mejor versión posible y un modelo al que aspirar a través de mis acciones diarias.

Pero en el siglo XXI, en el que la obsolescencia del conocimiento es tan rápida, ya no sirve descansar sobre él sin aportar esa otra parte de liderazgo capaz de impulsar y empoderar a tu equipo.

Simplemente, ni el mercado ni el equipo están dispuestos a aceptarlo.

Por eso es tan importante hacer ese ejercicio, con toda probabilidad no realizado en el pasado, de detenerse a reflexionar para responder a la pregunta ¿Quieres ser líder?

Y desde esa respuesta elaborada, ahora sí, con argumentos y solidez, poder avanzar y progresar en una dirección acorde con el siglo y circunstancias en que vivimos.

¿Empezamos?

Querer algo – querer ser líder – con profundo y verdadero deseo no es posible si antes no se tiene claro de qué se está hablando.

Cuando te cuestiono si quieres ser líder, en realidad te estoy invitando a pensar en lo que representa liderar.

Sucede a menudo que entendemos el significado – al menos la teoría la tenemos – pero después, en muchas ocasiones, no sabemos si somos realmente líderes, hasta qué punto y qué hacer para lograrlo.

En esta newsletter vamos a construir juntos esa imagen del líder en la que puedas descubrirte o no, desearla o no, y así poder responder a la pregunta inicial.

Reconociendo lo que hace el líder…

Una primera puntualización es la diferencia entre liderar – es decir, lograr que te sigan – y ejecutar.

Y es cierto que se lidera mientras se ejecuta, de ahí la confusión. Pero para verlo claro, pensemos en tantas personas que siempre han ejecutado sin mostrar un ápice de liderazgo.

Ya no hay dudas, ¿verdad?

Con este punto claro, lo siguiente es que existen formaciones que te acercarán más al concepto de líder, pero la realidad es que la auténtica comprensión de lo que es ser un buen líder, la que causará un antes y un después en ti, requiere acción y autodisciplina.

Un buen líder se observa a sí mismo, reflexiona, reconoce los errores y los aciertos, busca aprendizajes en ambos, pone en acción esos aprendizajes y sigue auto observándose, reflexionando, reconociendo los errores, etc.

Repite el ciclo una y otra vez sin parar, aplicando sobre sí mismo o sí misma la mejora continua.

Y esto es posible porque la capacidad de liderazgo es ilimitada.

En resumidas cuentas, un líder tiene que ser consciente del impacto de sus palabras y acciones.

Si quieres mejorar como tal, esta consciencia es absolutamente necesaria para reconocer tu capacidad de liderazgo actual y qué hay que mejorar.

Y después de identificar el qué… viene el cómo

Por suerte o por desgracia, en temas de liderazgo no existen fórmulas estupendas que aplicar directamente. A diferencia de otras disciplinas, en el caso del líder no existe una metodología que indique los pasos a realizar.

Es necesaria esa autodisciplina de la que hablábamos antes, pues nadie, a menos que contrates un coach, te ayudará a recorrer el camino para incrementar tus capacidades de liderazgo día a día.

Pablo Isla, Presidente de Inditex, único directivo empresarial nombrado dos veces consecutivas mejor CEO del mundo por la revista de la prestigiosa Universidad de Harvard, nos da una gran pista sobre «cómo hacerlo», a través de las reflexiones sobre liderazgo que compartió  con los asistentes a la XXIII Reunión Nacional de Cirujanos:

Un buen líder es «capaz de sacar lo mejor de cada uno».
Habla «en primera persona del plural».
Asume «los errores como propios»
y atribuye los aciertos «al equipo».
Es «humilde».
«Acepta las críticas»
y sabe que ha de «mejorar en un entorno completamente distinto».
Siente «pasión» por lo que hace,
«se compromete»
y se guía siempre por la «ética», consciente de que comportarse «bien o mal» tiene «consecuencias».

Una gran reflexión en la que impera el hecho de que las capacidades de un buen líder son actitudinales, y que surgen del interior de la persona: ser humilde, sentir pasión, ser ético, comprometido, asumir los errores como propios, …

Ser líder y cómo serlo es una decisión personal.

He observado en muchas compañías que, cuando un líder aterriza en ella o en una nueva posición, y el equipo no le comprende y no le sigue, lo primero que se plantea es que el equipo no es el adecuado. No cree en el potencial de las personas y toma la opción «fácil»: despedir e incorporar.

Cabe cuestionarse: ¿de verdad crees que es la mejor opción? ¿Qué pasaría si no pudieras escogerla?

Next Jump es una compañía tecnológica que introdujo la «política del empleo de por vida».

Esta política ha impulsado la capacidad de liderazgo de sus líderes, porque anula la posibilidad de prescindir de las personas de su equipo a la vez que les exige mantener un crecimiento sostenible en ingresos y beneficios, a pesar de las condiciones del mercado.

Este desafío ha llevado a que el hacer crecer a las personas se haya convertido en la prioridad de estos líderes.

Superar ese desafío les ha hecho ser mejores líderes.

Gracias a esta política se han roto muchas barreras internas que impedían que los empleados aportaran su visión y colaboraran sin miedo al fracaso (en realidad, a ser despedidos).

Su filosofía y el porqué creen en ello lo exponen en su propia web:

Descubrimos una fórmula universal sobre cómo deben construirse las culturas empresariales: Mejor yo + Mejor tú = Mejor nosotros. Una cultura construida para ayudar a los empleados a mejorarse a sí mismos con el propósito de ayudar a los demás. El ingrediente clave del éxito es lograr un equilibrio y construir un ciclo de crecimiento de mejor yo para mejorar tú. Nuestras inversiones culturales se realizan para mejorar a nuestros empleados con el fin de ser mejores, fuertes y más inteligentes para que podamos ayudar a otros.

La opción que saca lo mejor de ti como líder es la que te desafía a lograr que las personas quieran lograr lo que tu inspiras con palabras, hechos y sueños, independientemente de la situación de partida, por muy adversa que ésta sea.

He podido observar de cerca en nuestros proyectos de transformación, cómo las personas de un equipo pueden realizar un cambio radical cuando el líder se centra en potenciar su liderazgo para servir e impulsar a que su equipo crezca, no solo en que ejecuten tareas.

Ellos mismos, los líderes que lo experimentan, se llevan grandes sorpresas al ver el potencial dormido que tenían.

Las personas de su equipo son las mismas, lo que ha cambiado es cómo las lideras y el contexto nuevo que genera para que fluya el talento.

En definitiva…

Ser líder requiere observación, análisis, reflexión, aprendizaje y acción.

Ser líder es asumir la responsabilidad de imaginar un futuro que dibujas mientras avanzas con personas que crean en él y quieran, como tú, alcanzarlo.

Ser líder es querer impulsar una idea o un proyecto con el convencimiento de que es beneficioso para tu ecosistema.

Ser líder es ser generoso, pensar en el objetivo y en las personas antes que en uno mismo/a.

Ser líder es servir, tal y como relata de forma excelente James Hunter en su libro «La paradoja».

Y si vas a por todas de verdad…

Ser líder supone un enorme reto, no imposible, pero sí grande. Hoy en día, además, tenemos que añadir a todo lo dicho una nueva variable que lo complica aún más, si cabe.

Hoy necesitamos líderes disruptivos.

Nos lo dice el entorno y sus circunstancias: la elevada velocidad de cambio, la creciente complejidad, lo nuevo y desconocido que reconfigura una y otra vez nuestras circunstancias… Un entorno difícil de asimilar y con reglas de funcionamiento no escritas que obligan a reinventar y evolucionar en modo continuo el estilo de liderazgo y las habilidades del líder.

El líder disruptivo potencia y redefine las habilidades con las que ya cuenta, incorpora nuevas sin manual de instrucciones y está dispuesto a modelarlas según precise la situación, tanto el entorno externo como el contexto interno.

Es un reto complicado, nadie dice lo contrario, pero también es un hermoso reto que te llevará al crecimiento personal y profesional, y por supuesto, significará una garantía adicional para tu equipo y organización, de que ellos, pueden hacerlo contigo.

Bonito futuro para quien quiera ser líder en el siglo XXI.

Es tu turno. Ahora ya dispones de la información que te permitirá responder a la pregunta que desde el inicio de esta newsletter ha evolucionado:

¿Quieres ser Líder Disruptivo?

Puesto que estamos cerrando el año y es un buen momento para reflexionar, regálate este momento y responde también:

¿Cuál es el motivo por el que quieres ser Líder Disruptivo?

Dependiendo de lo que hayas decidido y para que tu 2022 sea realmente el triunfo de tu decisión, necesitas un plan:

¿Qué vas a hacer para lograrlo?

Recuerda siempre: Tu capacidad de liderazgo es ilimitada.

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