El futuro de tu empresa depende de tu capacidad para liderar equipos que sean capaces de ejecutar la estrategia con agilidad.
El 70% de las transformaciones empresariales fracasan 
por problemas de liderazgo, no de estrategia. (McKinsey).
El problema no es el mercado. Es la mentalidad.
No se activa con metodologías de moda.
Se instala en la cultura cuando el líder la vive y la transmite.
Si tu equipo no es ágil, tú eres el freno.
Si la innovación no fluye, es porque el entorno no la permite.
Y ese entorno lo diseñas tú.
El liderazgo disruptivo se construye con preguntas, no con respuestas
Ser innovador se aprende. Y empieza con un gesto simple pero poderoso:
Cuando una idea desafíe tus creencias, en lugar de descartarla, pregúntate: ¿y por qué no?
Esta pregunta abre nuevas perspectivas, ejercita el pensamiento crítico y rompe patrones mentales rígidos. Es la base de la verdadera innovación.
Pero no es suficiente.
Sin conversaciones abiertas, la innovación muere antes de nacer
La innovación necesita una forma de trabajar abierta y colaborativa, donde las conversaciones fluyan con el propósito de encontrar soluciones ingeniosas que otros no puedan copiar fácilmente.
Y esto sigue siendo una rareza en muchas empresas.
Sin conversaciones fluidas, sin egos en la mesa y sin un interés común por la búsqueda cocreada de resultados, la innovación muere antes de nacer.
El líder es quien debe propiciar esta cultura. Aquí entra en juego la mentalidad del líder disruptivo, aquel que:
- No solo busca la excelencia operativa, sino que explora y caza oportunidades
 - Desarrolla su capacidad visionaria. Porque no basta con mantener el negocio en marcha; hay que adelantarse a lo que viene.
 
El desafío que cambia tu forma de liderar
Haz la prueba hoy mismo. En tu próxima reunión, ante una idea que desafíe tu visión, en lugar de descartarla, pregunta en voz alta “¿y por qué no?”
Luego, observa lo que ocurre.
La evolución no ocurre por decreto. O la encarnas, o tu equipo nunca la vivirá.