Estamos inmersos en dinámicas de trabajo que exigen una nueva forma de actuar, una que supera lo aprendido y reta nuestras mentalidades. Mientras tanto, la brecha entre las generaciones jóvenes y los profesionales senior crece rápidamente, desafiando a las empresas a adaptarse.
Las nuevas generaciones llegan al mercado laboral con una mentalidad disruptiva. Son hábiles con la tecnología, infieles a las plataformas y crean lo que necesitan si no lo encuentran. No tienen fronteras: el mundo es su lugar, y el cambio, su aliado. Aunque carecen de experiencia, su capacidad para aprender y descubrir por sí mismos es incomparable.
La innovación debería ser algo prioritario en todas las empresas.
La innovación no es solo tecnología, no es solo inventar un nuevo dispositivo, producto o servicio. La innovación debería colarse en las arterias de la compañía para que no sea un cambio incremental sino una innovación que suponga una ventaja competitiva lo suficientemente diferencial para no ser copiado en pocos meses.
Ese tipo de innovaciones requiere trabajar con la diversidad, abrazar las perspectivas, enfoques e ideas variopintas e incluso descabelladas. Despertar la creatividad y dejar que fluya en el proceso las sinergias con libertad para cocrear soluciones ingeniosas.
Sin embargo, decirlo es más fácil que hacerlo.
Existe una barrera invisible, construida con los patrones mentales que arrastramos durante años. Nos aferramos a nuestras ideas, intentando convencer a los demás de su validez, en lugar de abrirnos a transformarlas enriqueciéndolas o incluso abandonarlas si es necesario. Esta deformación profesional nos limita, aunque muchas veces lo hagamos de forma inconsciente.
Aquí es donde los jóvenes nos enseñan una lección valiosa: no se aferran. Cambian de red, prueban lo nuevo, adoptan lo que funciona y dejan atrás lo obsoleto sin remordimientos.
Su flexibilidad debería inspirarnos, porque en esa actitud radica la clave para que la innovación fluya a raudales en nuestras organizaciones.
La velocidad con la que los profesionales adopten los cambios determinará el futuro de las organizaciones.
En las organizaciones existe talento, conocimiento y experiencia suficiente para crear grandes ideas. Pero es necesario ayudar a los profesionales a romper sus moldes mentales. Solo entonces podrán contribuir a una innovación que no sea un reto, sino el motor que impulse el crecimiento y el futuro de nuestras empresas.
La innovación no es una palabra de moda; es una práctica que debe impregnarse en la cultura y saber hacer de la compañía.
Y como líder, es tu responsabilidad liderar este cambio.
¿Estás listo para construir una empresa donde la innovación no sea un reto, sino un motor?