Navegar en la Incertidumbre. Lección de una cláusula brillante.

Eran los 70, a finales, y un tipo llamado David Lee, cantante de la popular banda de rock Van Halen, causaba en las horas previas a uno de sus grandes conciertos destrozos por valor de 12.000 $ en el material para el evento...

Eran los 70, a finales, y un tipo llamado David Lee, cantante de la popular banda de rock Van Halen, causaba en las horas previas a uno de sus grandes conciertos destrozos por valor de 12.000 $ en el material para el evento.

La causa, una chocolatina.

Situémonos:

Colorado, EEUU. La banda de rock llega a la ciudad dispuesta a finalizar el montaje del escenario para el gran show.

Antes que nada, su cantante va directo a la mesa de catering contratada con una única obsesión en su mente: confirmar que en el bol de M & Ms no haya ninguno de color marrón.

Minutos después, el peor de los presagios se ve cumplido y ante el hallazgo de las chocolatinas marrones, el cantante rompe en cólera: lanza comida por el suelo, rompe vestuario, una puerta … y todo lo que encuentra a su paso.

Un arrebato de 12.000 $.

¿Qué había sucedido? ¿Acaso David Lee sufría de algún tipo de locura? ¿Trabajaba en una marca personal de estrella del rock que lo posicionara como un maniático excéntrico?

Simplemente, no.

Un M&M marrón en el bol de backstage significaba algo mucho más profundo y relevante que todo eso: la banda, los técnicos y el público corrían un grave peligro.

Cuando los shows son espectaculares y numerosos, y los países en los que actuar muchos, el tiempo de montaje escasea. De modo que la banda acordaba en sus contratos que fuera la ciudad que les contrataba quien se encargara de gran parte de su montaje.

Cuando ellos llegaban con el resto del equipamiento (¡9 tráilers!) Finalizaban el montaje.

El contrato con la ciudad era un enorme listado de requisitos sobre amperaje, enchufes, tamaños de puertas para mover equipos y cualquier detalle que pudiera ser necesario.

Y en medio de tanta cláusula, perdido entre páginas y páginas de indicaciones, el artículo 126:

“No habrá ningún M&M marrón en la zona de backstage, bajo pena de cancelación del concierto y pago total a Van Helen”.

Y se insistía de nuevo con esto en la lista de comida de backstage, donde se pedía un bol de M & M’s en el que no hubiera ninguno de color marrón. En mayúsculas y subrayado.

¿Qué significado podía tener tal cláusula?

Como todos los contratistas les decían que el montaje estaba bien y que seguían todas las instrucciones del contrato pero la banda no tenía tiempo de revisarlo todo, lo primero que hacían era mirar el bol de M & M’s.

Encontrar un M&M marrón significaba que el contrato no había sido leído con atención, y esto podía suponer fallos críticos.

Y el sistema funcionó. Precisamente, en aquel concierto de Colorado, el suelo de la pista de baloncesto donde estaba el escenario se acabó hundiendo, causando daños por valor de unos 80.000 $.

El artículo 126 era en realidad una forma brillante de controlar la calidad del montaje y de verificar que el contratista había leído y seguido todas las instrucciones.

Desde entonces, se llama “cláusula Van Halen” a una cláusula sin sentido que se incluye para confirmar que se lee el contrato.

Una historia ¡GUAU!

Y un sistema de verificación TOP: Fácil, claro, rápido y eficiente.

Tan sencillo como bajar de tu coche, mirar un bol de chocolatinas y comprobar rápidamente si el trabajo de horas y horas, con toda la clase de detalles y complejidades técnicas, se ha realizado siguiendo instrucciones precisas.

¿Qué clase de software habría realizado tal comprobación con más eficiencia?

En Kainova nos encanta la tecnología, la utilizamos, le sacamos partido a nuestro favor, la adaptamos a nuestras necesidades … pero reconozcámoslo:

La tecnología (o la digitalización) no es suficiente.

Existen (y existirán) ideas, soluciones, mil veces mejores que la más compleja y potente de las tecnologías de generación.

A veces, cuando no se usan bien esas tecnologías – o nos empeñamos en aplicarlas sin pensar correctamente – podríamos incluso decir que pueden llegar a hacernos ineficientes.

¿Imaginas cómo habría sido el sistema técnico-robotizado que garantizara a la banda que todo se hubiera hecho según ellos solicitaban? ¿Habría habido tiempo para tantos conciertos?

Probablemente no …

La tecnología es necesaria y hay que incorporarla. Pero tan importante es esto como atribuirle su justo valor.

Tiene que ser un elemento que permita a las empresas avanzar, por supuesto (los propios conciertos de Van Helen, basados ​​en tecnología hasta el extremo, son una muestra de ello).

Pero nunca olvidar el valor del talento.

Lo que una persona puede aportar no nos lo traerá la tecnología.

Y este es un punto especialmente importante cuando miramos a nuestro alrededor y comprobamos que en nuestra realidad la complejidad se eleva.

Junto al cada vez más rápido progreso tecnológico y las nuevas posibilidades de aplicación de la tecnología en ámbitos para los que no se había pensado, aparece con un peso creciente, el elemento Incertidumbre .

La cuestión es entonces: ¿sabemos cómo encajar este progreso tecnológico en nuestras organizaciones de entorno incierto?

Las empresas han de abrazar el progreso tecnológico, eso es imprescindible e inevitable para sobrevivir.

Y han de hacerlo en un escenario en el que la incertidumbre no es sólo tecnológica, sino también económica, social, medioambiental y política.

A veces, son los propios clientes los que te obligan a introducir esa tecnología. Porque el mismo progreso genera en ellos nuevas necesidades, gustos o intereses. Y si quieres continuar fidelizando a tu cliente tendrás que cubrir su demanda, o la buscarán en otra empresa.

Y sabemos que, a su vez, toda inserción de tecnología en la compañía para responder a esa redefinición de la demanda, afecta a sus procesos y con ello, a las personas de la organización, generando cambios en sus hábitos y comportamientos.

El cambio afecta desde dentro y desde afuera.

Por eso ninguna empresa puede creerse impermeable al cambio tecnológico, o mejor dicho, a la transformación digital.

¿Cómo hacer entonces frente a esta incertidumbre desde las empresas?

Con las personas.

Aunque son las personas las principales afectadas ante los cambios, son las que tienen la capacidad de aportar las soluciones a problemas o las ideas más innovadoras.

Son las personas que con su creatividad contribuirán a manejar esa incertidumbre.

Las personas, son las que, con su experiencia, conocimiento y deseo de satisfacer a sus clientes, compañeros, proveedores, con un buen servicio, pueden generar una multitud de opciones incalculable. Muchas más que si se realizara sólo desde algunos extractos o áreas de la organización.

Eso es absolutamente relevante, y en cambio, sigue existiendo talento desperdiciado en las organizaciones porque esta opción no es tenida en cuenta.

Un ejemplo en el que tuve la oportunidad de participar, es el caso de una organización de 300 profesionales en la que se realizó una encuesta para que cada uno pudiera aportar las mejoras que creían que debían realizar para mejorar tanto internamente como en el servicio a los clientes.

Se recogieron 3.000 propuestas (cuando preguntas a las personas, responden).

Aunque no todas fueron increíblemente brillantes, el conjunto de ellas sí lo era, porque en relación a una solución propuesta, gracias a las diferentes perspectivas aportadas, se generaba una magnífica idea.

Repetimos:

Nunca olvidar el valor del talento.

Por eso insiste tanto en el “menos digital y más transformación” cuando hablamos de Transformación Digital.

Porque esa transformación, esa adaptación a la era digital, tiene un componente de mayor peso y esencial que es un trabajo de cambio-evolución de la mentalidad a todos los niveles de la organización.

Sin entender el valor que las personas aportan, sin potenciar su talento, sin darles las herramientas adecuadas – actitudinales y cognitivas – la digitalización es insuficiente y la incertidumbre, se te come con patatas para cenar.

Tener la capacidad de dar respuesta a los imprevistos es lo que te da el poder de saber navegar en la incertidumbre.

Porque ante la incertidumbre necesitamos habilidades y actitudes que están en las personas y que la tecnología no nos va a poder ofrecer: creatividad, valentía y capacidad para explorar múltiples alternativas.

La tecnología es brillante ante los procesos predecibles, cierto.

Pero la tecnología no puede responder ante imprevistos rápidamente.

Ni crear cláusulas Van Halen, tan efectivas y capaces de reducir costes elevadísimos (financieros y humanos) a la rápida revisión de un bol de chocolatinas de colores.

Margaret Heffernan lo expone francamente bien.

Existe un peligro para la humanidad en general y para cada persona en particular:

Si dejamos todas las decisiones y trabajo de pensamiento en manos de las máquinas, perdemos la capacidad ilimitada para la adaptación, variación e invención.

Y eso, no es una opción ni el presente incierto en el que estamos, ni en el futuro (aún más incierto) al que nos dirigimos.

Cuando la relevancia que damos a la tecnología pone en jaque el mejor de los activos con el que contamos las personas y las organizaciones, nuestro talento, es el momento de reflexionar sobre nuestra estrategia a corto y medio plazo, porque sin darnos cuenta podemos estar incurriendo en el mayor de los costes (organizacional y personal) en el que podíamos caer.

Por eso hemos querido abordar el papel del talento desde la perspectiva de la digitalización y sus limitaciones creativas y resolutivas.

Te invitamos a repensar desde esta perspectiva el papel que la tecnología está jugando actualmente en tu organización, ya evaluar si, tanto esta como el talento, están trabajando aportando cada uno el peso y valor que justamente les corresponde.

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