Un día se me ocurrió darle los buenos días a Alexa.
Ella me contestó con los buenos días, el tiempo en mi ciudad y las efemérides.
Lo reconozco, no solo me sorprendió, también me dio un poquito de miedo con esa voz tan clara y firme. Me recordó al capítulo de los Simpson en que una casa domótica se enamora de Marge y acaba por intentar asesinar a Homer…
Me pareció que Alexa realmente tenía vida propia. No es difícil de imaginar: empezamos hablando con los robots y en breve, serán uno más de la familia.
Que la tecnología forma parte de nuestra vida ahora lo tienes clarísimo, especialmente cuando ves a tu hijo pequeño, que apenas habla, manejando el móvil para ver sus dibujos preferidos. Y lo hace con la misma naturalidad que tú te tomas un café.
Uno de los aspectos más destacables del progreso de la tecnología, es que los cambios son realmente rápidos, y a veces, incluso difíciles de asimilar.
Las actualizaciones casi se atropellan, aún no has aprendido todas las opciones de tu móvil que ya hay otro nuevo en el mercado, y cuando quieres localizar o buscar algo, acudes primero a Google, Siri o Alexa, antes que consultar a una persona.
La velocidad de los cambios no es mala de per se.
Es solo una cuestión de actitud.
Lo importante, el foco, es que tenemos una oportunidad única en la historia de la transformación de una industria, la tecnológica.
Su capacidad productiva, es decir su potencia, crece a pasos agigantados, y el acceso a ella (¿quien no lleva un móvil en el bolsillo?) cambia de una forma tan radical y exponencial como jamás había sucedido.
Veamos algunos datos para comprender mejor esta velocidad vertiginosa:
En 1984, te comprabas un ordenador 124k de memoria con una pantalla de 175.000 pixels por $2495.
En 2016, por ese precio te comprabas un ordenador con 8.000.000.0000k de memoria y 14.700.000 pixels (¡incluso más resolución que la retina humana!).
En poco más de 30 años puedes comprar un ordenador 6 millones de veces más potente.
Esto nos da una dimensión de la complejidad a la que nos enfrentamos sin ser conscientes: hemos tenido que absorber toda esa evolución en tan solo 3 décadas.
Y la verdad es que, utilizar un móvil y un ordenador, no significa que lo hayamos logrado con éxito, solo que de algún modo nos hemos subido al tren (aunque no pudiéramos – no tuviéramos tiempo de – verlo entero ni comprender sus mecanismos).
Cualquier otra industria ha necesitado generaciones para ir asimilando sus avances e integrarlos en los negocios y la sociedad, siendo su impacto paulatino y por tanto, digerible, lo que facilitaba “predecir” el futuro, especialmente en los negocios.
Por ejemplo, desde que se inventó el mecanismo del vapor hasta que se aplicó en el transporte se tardaron 100 años.
Otro ejemplo, la televisión tardó 60 años en estar disponible en todo el mundo y 13 años en monetizarlo con su primer anuncio.
Ahora, si te descuidas, puedes pasar de llevar un coche de cambio manual (todavía existen, sí) a subir al coche y decirle que te lleve a tu destino (también existen).
Sin más… Las autoescuelas tendrán que empezar a pensar.
¿No te parece increíblemente atractivo-desafiante-”un-poco-estresante”?
Cualquier sensación que te provoque, es humana.
La característica principal de esta era es justamente esta velocidad que hace impredecible el futuro más cercano.
Este es el motivo por el que se crean negocios rápidamente y se destruyen otros en menos que canta un gallo (por muy sólidos y solventes que hayan sido).
En realidad, no es la tecnología en sí, sino cómo afecta a cada una de las cosas que hacemos, cómo logra transformar los negocios, los hábitos e incluso las formas de pensar.
La sociedad también se transforma en tiempos más cortos que generaciones anteriores.
Hemos llegado a una situación de absoluta incerteza que dificulta predecir o visionar qué sucederá dentro de 10 años.
¿¿Entramos en pánico?? No, te lo decía antes: Actitud.
Existe mucha tecnología creada, y todavía un sinfín de posibilidades de su aplicación que aún no hemos descubierto. Ya que no es solo una tecnología, sino que la combinación de varias tecnologías pueden generar una solución ingeniosa con una aplicación concreta.
Además, se sigue creando nueva tecnología que está en pleno desarrollo, como por ejemplo el Deep learning o el Machine Learning.
Y seguro que aparecerán nuevas que ahora no podemos ni siquiera imaginar.
Existen dos realidades ineludibles:
- El fin de la tecnología es estar a nuestro servicio, facilitarnos la vida. Aunque a priori no sea lo que piensas.
- No puedes evitar que el progreso avance (y ya lo has visto, lo hace cada vez más rápido).
Entonces se trata de cómo tú vas a posicionarte, como individuo y como empresa.
Debemos responder conscientemente a dos cuestiones:
¿Qué actitud es la más adecuada?
¿Qué puedes hacer proactivamente para que no te supere?
A veces, solo hace falta observar y abrazar el cambio.
Fíjate en el caso de los bancos. Habrás observado que las entidades financieras cada vez cierran más sucursales físicas, lo cual es lógico porque, casi todo lo hacemos a través de los portales digitales del banco.
Sus aplicaciones cada vez son más potentes y más sencillas de utilizar. Nos dan más información y no necesitamos cursos de aprendizaje.
Y tenemos más accesibilidad a nuestro asesor: correo electrónico, whatsapp, llamada, videoconferencia…
Entonces ¿realmente tiene sentido una oficina física? (Aunque tampoco tenemos que volvernos locos y eliminarlas todas a destajo, ya que el contacto relacional es – y será – vital)
Hubo un tiempo en que había bancos que estaban muy avanzados tecnológicamente y otros muy retrasados, en ese momento había una gran diferencia entre ellos en ese aspecto.
Los que tardaron más en abrazar ese cambio, durante los últimos años, se han puesto las pilas porque vieron que si no, quedarían fuera del mercado.
Eso dio paso al siguiente nivel. En la actualidad, lo que existe es la rivalidad por quién ofrece los mejores servicios y más fáciles a través del entorno digital.
Ahí lo dejo, estamos convencidas que será uno de los sectores que en los próximos años van a seguir cambiando gracias a la tecnología y nuestra relación con ella.
El caso de los bancos es solo un ejemplo de tantos.
La tecnología es global, nos afecta a todos: personas y sectores.
Cualquier negocio tiene que plantearse cómo incorporar la tecnología ya que es uno de los fundamentos para tener una ventaja competitiva.
Por tanto, y teniendo en cuenta la velocidad de relámpago imparable de la tecnología, debes buscar la forma de integrarla en la organización como un elemento que facilite la capacidad de adaptación al entorno, pase lo que pase.
Si no lo haces te pasará como a los bancos. ¿Quieres ser competitivo o tener que correr después para que el mercado no te deje fuera?
El mecanismo es sencillo: si vas un poco tarde, por mucho que corras, además del esfuerzo y de la inversión económica, te será difícil alcanzar a los que llegaron antes que tú, porque ellos ya están preparándose para dar el siguiente paso. Y no te engañes, no tienes la capacidad de un banco.
¿Y cómo alcanzar esa integración tecnológica esencial?
Con tu elemento clave, el talento.
Alcanzar ese nivel necesario de competencia tecnológica pasa por la comprensión, aceptación y actitud del equipo humano de la organización.
Su ACTITUD tendrá que actualizarse (renovarse) para tener la capacidad de:
– Aprender a aprender continuamente
– Abrazar los cambios para detectar oportunidades de negocio
– Incorporar la incertidumbre como variable a manejar en las decisiones
– Creatividad e innovación
En otras palabras, tu equipo debe actualizar las capacidades que permitan absorber los cambios sin dificultad para ver oportunidades en ellos, y comprender la incertidumbre como parte del avance de la organización.
En resumen, si no quieres que el avance tecnológico te destierre del mercado (a tí y a tu empresa), la fórmula es clara:
proactividad ante la actualización de la actitud de tu equipo + proactividad ante la incorporación de la tecnología a tu negocio