Año 1811, surge un movimiento llamado ludismo que aún hoy podemos detectar – en su versión evolucionada – como freno al crecimiento de muchas organizaciones.
Tiene mucho que ver con el fundamento de la empresa líquida que reza: la tecnología no es suficiente. Y por eso hoy, le dedicamos este espacio, para que te permita detectar si es algo que está afectando a los resultados y futuro de tu organización y cómo contrarrestarlo en tu camino hacia la empresa líquida.
A principios del siglo XIX, los telares industriales y la máquina de hilar, introducidos durante la Revolución Industrial, amenazaban con reemplazar a los artesanos con trabajadores menos calificados y que cobraban salarios más bajos.
Ante esta situación, la respuesta de los artesanos ingleses fue un movimiento, el ludismo, caracterizado por la destrucción de las máquinas que los estaban dejando sin trabajo.
Aquello de “si no puedes con tu enemigo, únete a él”, no rondaba, precisamente, por la cabeza de estos artesanos.
Hoy en día, y a pesar del elevado grado de desarrollo tecnológico que pone en jaque millones de puestos de trabajo, ya no nos revelamos contra los avances tecnológicos.
Sabemos que aportan mejoras a nuestra vida.
No solo no nos revelamos, sino que el nivel de adopción de una nueva tecnología es, cada vez, más rápido.
La sociedad ha evolucionado para entender que su aportación, aplicada con cabeza, es beneficiosa.
No obstante, existen todavía personas luditas, personas que batallan para operar su nuevo teléfono inteligente o que se niegan a manejar las últimas novedades tecnológicas.
La presencia de ludismo en las organizaciones es un problema importante cuando hablamos de hacer negocios en nuestro contexto de mercado altamente competitivo.
Un contexto en el que cada vez es mayor el imperativo de aplicar la tecnología en nuestros negocios si queremos ser competitivos en productos y servicios, procesos, estrategia o modelo de negocio.
Y un contexto que exige, para conseguirlo, que cualquier persona en una organización sea capaz de adoptar e integrar la tecnología con una mirada diferente a la de utilizarla sin más.
Cualquier persona, empezando por el CEO.
Porque solo a través de la tecnología podemos alcanzar nuevos niveles de optimización, co-creación e innovación que nos den un valor diferencial.
Sin esta apertura e integración de las posibilidades que nos da el progreso tecnológico es imposible competir en un mundo en el que los más diestros y abiertos a la novedad tecnológica cogen carrerilla a zancadas para quedarse con el pastel completo.
De ahí la criticidad de detectar y reconducir el ludismo en tu organización. Para detectar e impulsar un foco importante de mejora e impulso de vuestros resultados.
La tecnología es cosa de todos
Durante más de un siglo la tecnología se ha utilizado como una herramienta cuya función principal era sustituir tareas manuales. Por ejemplo: la lavadora, la aspiradora, la máquina de escribir, el correo electrónico, el GPS, …
En los últimos 20 años, sin embargo, la velocidad del progreso que hemos vivido nos ha llevado a una irrupción exponencial de tecnología en todos los ámbitos.
Ya no sólo se trata de una automatización de procesos repetitivos.
Las funciones de la tecnología se han multiplicado: ha cambiado la forma de relacionarnos, ha cambiado la forma de acceder a la información, la forma de trabajar, la forma de consumir, incluso nuestro lenguaje se ha tecnificado.
Y ahora, además, otra disrupción que introduce nuevas funcionalidades está poniéndonos a prueba, la IA Generativa, que llegó antes de lo previsto y que se está implementando con una rapidez increíble.
La tecnología está reconfigurando el mundo a cada paso que da. Dotándolo de nuevas posibilidades y capacidades.
El problema para nuestra empresa es que, si no contamos con profesionales que sean capaces de comprender esas posibilidades y capacidades, si no contamos con esa mirada desde la dirección, entonces todo progreso tecnológico queda reducido a una tecnología que sustituye o mejora algo que ya existe.
Es como pensar que estás a la última en tecnología porque estás usando la IA para redactar correos más ágilmente, sería como disponer de un coche de fórmula I para llevar a los niños al colegio.
El potencial desperdiciado es una obviedad.
Sucede igual en las organizaciones cuyas personas no disponen de la capacidad de desenvolverse con la tecnología porque, de algún modo, la temen o piensan que “no va con ellas”.
Se dispone del acceso a un fórmula I que nos permitiría ser primeros en el pódium, pero lo usamos para competir a ritmo de paseo.
En esta tesitura, las empresas avanzan perdiendo fuelle a cada paso.
Mientras el mundo va generando nuevas posibilidades y capacidades, como la IA colectiva, la implementación de la IA en la cadena de valor…, tu empresa va quedándose al margen de todo ese nuevo potencial.
Si además tu competencia sí está aprovechándolo, ya te puedes hacer una idea del futuro que le espera a tu negocio.
Lo interesante de aliarte con la tecnología es la amplitud, la expansión, la potencia que la tecnología aporta a nuestras capacidades. Y cuando esto sucede, entonces puedes abrir oportunidades y crear nuevas posibilidades y crecimiento para tu negocio.
En un mundo de competitividad creciente, aliarse con la tecnología no es solo interesante, es, ante todo, obligatorio.
Por eso, en tu organización, cuantas más personas dispongan de la capacidad de aliarse con la tecnología, de no temerla, de atreverse a ver o crear usos que sin ella no verían, mayores van a ser vuestros resultados y ventaja competitiva.
Competitividad se escribe con T de Tecnología
Bernardo Hernández, considerado el mayor experto en tecnología en España, nos dice: “hoy en día, las ventajas competitivas son fundamentalmente tecnológicas. Todos tenemos que saber de tecnología. Todos tenemos que ser ingenieros. (…) La ventaja competitiva del siglo XXI es una ventaja técnica.”
Para conseguir esta ventaja, Bernardo destaca la importancia de invertir los recursos necesarios, tiempo y dinero. Y nos recomienda empezar centrándonos en el core del negocio, el problema que afecta al grueso más importante de tus clientes, buscar cómo lo mejoras con una reinvención aprovechando las tecnologías o cómo evolucionas tu negocio.
Esta es la clave de la competitividad: aprovechar las tecnologías para reinventar y evolucionar nuestro negocio.
Nuestro momento frente a la tecnología es el de dar un salto imaginativo para convertirla en la herramienta mediante la cual desarrollamos productos o servicios que de otro modo serían inviables.
Si el siglo XXI va a ser el de las empresas que innoven constantemente, es el momento perfecto para comprender el valor que tiene que sus profesionales sean capaces de desenvolverse con la tecnología para crear algo diferente, novedoso, irresistible para los consumidores, y así lograr una ventaja competitiva.
Es el momento, si aún no lo has hecho, de abandonar el ser ludita.
La experiencia de la tecnología tiene una nueva forma.
Ya no se necesita tener conocimientos de tecnología para crear con tecnología.
Solo necesitas comprender la tecnología lo suficiente para vislumbrar su potencial. Cuando la comprendes como tu aliada, una fuente inagotable de posibilidades aparece frente a ti.
Solo hay un requisito: dejar de ser un ludita y aprender a convivir con ella.
Necesitas sentirte ágil experimentando, investigando y conociendo las tecnologías.
La clave la tiene el CEO
Como nos dice Bernardo Hernández, los líderes tienen la responsabilidad de aprender de tecnología para tomar decisiones arriesgadas.
La necesidad de saber de tecnología, sumada a la elevada velocidad de desarrollo, le conduce, forzosamente, al aprendizaje continuo y a abrazar la tecnología, si quiere ser relevante y llevar a su compañía al máximo nivel.
Honeywell, por ejemplo, es una empresa que hacía termostatos en Estados Unidos hace 20 años. Tomó una decisión arriesgada en su momento con una visión estratégica de futuro que hizo que hoy sea una de las empresas punteras en quantum computing.
Las organizaciones, para obtener la ventaja competitiva que las lleve al mayor éxito de su historia, necesitan profesionales con la capacidad de imaginar, arriesgar y decidir. Y profesionales preparados para incorporar la tecnología como una herramienta que amplifica sus capacidades individuales y colectivas.
Lo importante, especialmente para los CEO’s, es afrontar que estamos ante un camino a recorrer que requiere invertir estratégicamente y con mentalidad de innovador.
Invertir tiempo en descubrir la tecnología.
Invertir tiempo en idear posibilidades con imaginación.
Invertir recursos en experimentar posibilidades.
Invertir en capacitar al equipo en relacionarse con el concepto de innovación.
Invertir tiempo y recursos en transformarse a una cultura innovadora.